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Que el Gobierno Central esté enfrentado a los nuevos alcaldes de las grandes capitales será un escenario ideal para construir país desde las regiones y menos centralismo
No puede pasar desapercibido que Colombia quedó de último entre los países de la Ocde a la luz de sus sistemas tributarios. Los factores que utiliza el “club de las buenas prácticas” para llegar a la calificación tienen que ver con los impuestos corporativos, el impuesto al consumo, los impuestos a la propiedad, los impuestos individuales y las normas fiscales transfronterizas.
Tristemente, Colombia ocupa el último puesto del ranking, en general y en casi todos los puntos evaluados. El gran problema es que el sistema tributario local está desequilibrado, como una mesa coja, hay un peso muy alto a los de consumo (42,9%) y un peso muy bajo de los impuestos individuales (6,2%). Dicen los expertos que en Colombia se grava más a las empresas, distorsionando la contribución de quienes pueden potenciar la actividad económica, y favoreciendo a quienes no, lo cual a su vez es una señal de un bajo compromiso redistributivo.
La mayor parte del recaudo por impuesto de renta está cargado a las empresas y muy poco a las personas, en contraposición a lo que pasa en la mayoría de países de la Ocde. Pero hay un gran hueco poco visibilizado en Colombia y tiene que ver con las regiones y el escaso pago de impuestos en la periferia de las grandes ciudades. La gran informalidad que existe en la economía, muy cerca de 50%, permite que exista una gran renta que no tributa y que se beneficia de las inversiones generales. Y hay informalidad porque el sistema tributario es muy complejo, se hace una reforma tributaria cada dos años en promedio y todo se centra en aumentar los cobros a la renta, los ingresos y el patrimonio.
La operación empresarial siempre está sometida a inseguridad tributaria y son invisibles los parafiscales y costos laborales no salariales. Todo ese gran recaudo va al fisco nacional y desde allí se derrama a las regiones, haciéndolas dependientes de las designaciones de los gobernantes centrales de turno. El centralismo tributario es enorme y eso no está contabilizado por la Ocde. Con los últimos resultados electorales regionales, el mapa político cambió y la expectativa de cómo se van a financiar las gobernaciones y alcaldías es un tema que está sobre la mesa, pues no van a depender de la poca ejecución que ha demostrado el Gobierno, luego de año y medio al frente de la Casa de Nariño. Está claro que los mandatarios de Bogotá, Medellín, Cali y Barranquilla, en su orden de aporte al PIB, necesitarán afinar sus secretarios de hacienda o de desarrollo económico para recoger el dinero necesario para no depender del Ministerio de Hacienda.
Es un imperativo que el llamado catastro multipropósito debe empezar a funcionar en la Colombia pre 2030 y que la gestión de los nuevos alcaldes y gobernadores es determinante para avanzar en la aplicación del llamado catastro. Es un momento de oro para construir país desde las regiones sin tener que pasar por la Casa de Nariño, los nuevos líderes regionales pavimentarán el camino del gran debate de las autonomías y la independencia misma de tributos, y no lo harán por convicciones políticas, sino por el golpe del destino. Ser eficientes en el recaudo es solo el comienzo de la cero dependencia de centralizar los impuestos, si se logra desarrollar esta fortaleza, seguramente la repartición de las regalías será el siguiente paso. No es un momento malo, es muy bueno para demostrar que Colombia es un país de muchos países.
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