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ANALISTAS

Un bus sin conductor

miércoles, 28 de noviembre de 2012
La República Más
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Autorizados politólogos sostienen que,  “en el mundo de hoy, ningún país lidera o es capaz de liderar la comunidad internacional. Muchos países del orbe son suficientemente fuertes para impedir que la comunidad internacional tome acciones, al tiempo que son tan sumamente débiles que resultan ser incapaces para solucionar problemas.  Nadie, en consecuencia, parece estar manejando el bus”.  
 
El caso de la guerra civil de Siria es un buen ejemplo de lo anterior.  China y Rusia impiden cualquier solución que presente el Consejo de Seguridad de la ONU;  pero tampoco presentan ninguna salida.   
 
Estados Unidos, Europa, China y otras potencias están tan ocupadas en resolver sus problemas domésticos que casi no les queda tiempo para intervenir en el extranjero.  Hasta multinacionales como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Central Europeo están cojeando, porque para ellos es cada vez más difícil aprobar planes de acción que se apliquen al gran número de países miembros,  con diferentes intereses y que les demandan planes específicos para cada uno.  
 
Los gobernantes latinoamericanos deben tomar atenta nota de esta amarga realidad, para prestarle especial cuidado a su orden público, a su justicia y a la economía en sus países.  Los socialismos de Europa, Grecia, España, Italia y Francia… acusan casi todos crisis económicas con síntomas sin precedentes: endeudamientos, desempleo, pensiones de jubilación impagables, gigantescas fugas de capitales, los jóvenes tratando de emigrar… Y ninguna superpotencia o institución les puede ayudar efectivamente.  
 
Autorizados expertos vaticinan que no pocos gobiernos se inclinarán pronto hacia el proteccionismo, hacia los impuestos de aduana sobre los bienes importados y las regulaciones para las compañías  extranjeras que trabajan en sus países.
 
Ahora bien, transiciones de esta magnitud nunca llegan sin conflictos paralelos, como las guerras frías, los ataques cibernéticos y el descrédito de las instituciones multinacionales como los bancos, la Corte Internacional de Justicia, hija de la desacreditada ONU, que bien poco medió en el cese el fuego del conflicto entre Israel y Palestina.  
 
La pérdida de influencia de los Estados Unidos en todo el orbe es motivo de comentarios frecuentes.  Pero el predominio de China tampoco es evidente, porque su situación doméstica, las protestas de su población en pos de libertades y de mayor calidad de vida, bien pueden minarle su estabilidad política.  La preeminencia China podría mantenerse si fuera capaz de emprender profundas reformas económicas y sociales. 
 
Colombia no debe hacerse ilusiones pensando que los Castros, los Chávez o los noruegos nos van a ayudar a resolver nuestros problemas de orden público.  Las realidades y tendencias descritas no nos tolerarán las equivocaciones, las padeceremos y las remediaremos nosotros solos,  en compañía de los incompetentes que las causaren. 

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