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Analistas 04/08/2018

La verdadera guerra

Amylkar D. Acosta M.
Docente de la Universidad Externado de Colombia

Es evidente que el principal blanco de la guerra comercial declarada por el Presidente Trump contra el resto del mundo es China, considerada como su rival estratégico y el flanco a atacar es el de las tecnologías. Es una lucha libre por la supremacía en la carrera tecnológica, determinante del liderazgo del nuevo orden mundial.

Según el Informe de la Casa Blanca sobre la Estrategia de Seguridad Nacional, “para mantener nuestra ventaja competitiva Estados Unidos priorizará las tecnologías emergentes criticas al crecimiento económico y la seguridad, como ciencia de datos, encriptación, tecnologías autónomas, edición de genes, nuevos materiales, nanotecnología, tecnologías informáticas avanzadas e inteligencia artificial”. Como lo asegura el reputado analista de The Daily Telegraph Ambrose Evans-Pritchard, esta guerra arancelaria poco tiene que ver con el comercio”, se trata de una lucha por el poder, “para determinar cuál de las potencias hegemónicas dominará la tecnología y dirigirá el mundo en el siglo XXI”,

En un comunicado emitido por el responsable de Comercio Exterior de EE.UU., Robert Ligthizer, se lee que “debemos tomar fuertes medidas defensivas para proteger el liderazgo de EE.UU. en tecnología e innovación contra la amenaza sin precedentes que representa el robo de china de nuestra propiedad intelectual”. Como lo señala el analista Mauricio Cabrera, Trump ignora que los EE.UU. “lograron su desarrollo industrial en el siglo XIX robando tecnología a Inglaterra, que era la potencia industrial de la época…Esta doble moral se conoce como la estrategia de ´quitar la escalera´: los países que se desarrollaron usando políticas industriales proteccionistas y pirateando tecnología…Subieron al segundo piso usando una escalera que hoy quieren quitar para que otros no puedan subir”. De los EE.UU. se puede decir, como en la cátedra de Moisés, cuando se sentaban los letrados y fariseos, según San Mateo, “haced y cumplid lo que os digan. Pero, no hagáis lo que hacen, porque ellos no hacen lo que dicen”.

Y Trump no disimula el objetivo de su estrategia comercial, lo planteó con toda claridad: “estos aranceles son esenciales para evitar nuevas transferencias de tecnología y propiedad intelectual de EE.UU. a China, lo que protegerá los empleos de los EE.UU.”. Aduce Trump que la presión ejercida es “excesiva para transferir conocimientos técnicos como parte de realizar actividades comerciales en China”. Tales “requisitos de desempeño”, según él, son contrarios a las normas de la OMC. Además, al escalar la guerra comercial en su disputa con China, EE.UU. dispuso ponerle cortapisas a las inversiones de las empresas que tengan más del 25% de capital chino, a las cuales se les impedirá, según el Departamento del Tesoro de EE.UU., que puedan adquirir compañías estadounidenses que cuenten con “tecnología industrialmente significativa”.

Y es un hecho la existencia de cadenas internacionales de valor en las que están involucradas las multinacionales estadounidenses y en ese contexto se ha venido dando la relocalización industrial, así como la proliferación de las maquilas. Ello impide que las barreras al comercio internacional en el mundo global contemporáneo operen como enantes. Ello explica que empresas tan emblemáticas de los Estados Unidos como la Boeing o Apple operen en Xiaoping y Deng, en China, respectivamente, lo propio ocurre con empresas canadienses o de la Unión Europea, convirtiendo a China en la fábrica del mundo. Los Iphone, por ejemplo, se diseñan en California, pero se fabrican en China.

China ha sido categórica y ha anunciando a través del Ministerio de Comercio que “si Estados Unidos ignora la oposición de China y de la comunidad internacional y persiste en sus medidas unilaterales y proteccionistas, China está dispuesta a ir hasta las últimas consecuencias, al precio que sea…No queremos una guerra comercial, pero no nos da miedo librar una”. De hecho, el Ministerio de Comercio chino advirtió que responderá con aranceles “de la misma escala y fuerza”, al tiempo que dejó en entredicho cualquier acuerdo comercial previo entre los dos países.

Guerra es guerra y así lo ha entendido el Presidente de China, el todopoderoso Xi Jinping, mientras Trump quiera hacer creer que “el Presidente Xi y yo siempre seremos amigos, sin importar lo que ocurra con nuestra disputa comercial”, cuando él bien sabe que desde siempre, como lo acuñó John Foster Dulles, Secretario de Estado de Dwight Eisenhower en los años 50, en una frase lapidaria, “Estados Unidos no tiene amigos sino intereses”. El analista Ambrose Evans-Pritchard considera que “la pretensión de la convivencia cordial ha terminado” y analiza el riesgo de que estalle una guerra real entre ambas potencias.

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