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ANALISTAS

El amorcillamiento de la economía mundial

miércoles, 13 de abril de 2016
La República Más
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Larry Summers, uno de los economistas más influyentes del mundo, acaba de publicar en la revista Foreign Affairs un artículo que está generando inmensa polémica entre los iniciados. El título del mismo es “The Age of Secular Stagnation”, algo así como, “la era del estancamiento secular”.

El análisis empieza con una intrigante pregunta: ¿por qué, pasados más de siete años después del crack de 2008, el ciclo de recuperación de la economía ha sido tan anémico? La historia esperada era la contraria, los ciclos de recuperación usualmente guardaban una relación inversa, pero proporcional, a la magnitud de la recesión que los antecedió. Es decir, para este momento, deberíamos estar en medio de un robusto auge económico en todo el planeta.

Parece, según Summers, que existen cambios estructurales, particularmente en los países con economías de mercado desarrolladas, que explican esta curiosa situación. Resulta que en estas economías se verifica una creciente propensión al ahorro y una decreciente propensión a la inversión. Esto se manifiesta, por ejemplo, en la persistencia de tasas de interés extremadamente bajas, inclusive de tasas negativas, como las que hay actualmente en algunos países europeos.

El exceso de ahorro implica baja demanda y una inflación igualmente reducida. La inversión tiende a dirigirse hacia activos de bajo de riesgo, como los inmobiliarios, lo que genera burbujas y crecientes distorsiones económicas, o en algunos a casos hacia mercados emergentes con perspectivas de crecimiento y rentabilidad mayores. 

Esta es la razón, según los defensores de esta hipótesis, por la que resulta casi imposible lograr tasas de crecimiento superiores al 2% o 3%, como efectivamente lo acaba de ratificar el FMI en su pronóstico de la economía mundial.

No obstante, de ser cierto lo anterior, hay que buscar sus causas subyacentes. Parece que hay varias. Por un lado, la población del mundo se viene envejeciendo, y no solamente en Europa. El crecimiento de las economías está asociado a la pirámide poblacional y es apenas obvio que una población mayor produce menos. La desigualdad creciente en el mundo desarrollado es otro elemento perturbador. Al concentrarse la riqueza en menos manos, se concentra también la capacidad de consumo; que era compensado por el aumento en el endeudamiento individual, que se frenó desde 2008.

Finalmente, todo parece indicar que la nueva economía es intensiva en conocimiento y no en capital. Las mega compañías tecnológicas como Google o Facebook, además de ser inmensamente disruptivas, están nadando en caja que no saben bien en donde invertir. Además, la economía de consumo colaborativo desincentiva la inversión en activos fijos. ¿Para qué construir hoteles, si hay Airbnb? ¿Para qué comprar un carro si hay Uber? ¿Para que hacer centros comerciales si existe Amazon?

¿Qué significa esto para Colombia? Aún no es claro. Como es usual en nuestro país coexisten simultáneamente realidades de primer mundo y de último mundo. Tenemos una población que está dejando de ser joven, como en Europa, pero las necesidades de inversión en bienes de capital siguen siendo y serán inmensas en las próximas décadas. La desigualdad se viene reduciendo, con millones de personas ingresando a la sociedad de consumo como parte de una cada vez más grande clase media, pero su posición social sigue siendo precaria.

Por otra parte, la tendencia inflacionaria de la economía no se ha subyugado totalmente, como lo demuestran las cifras recientes, y la utilización de políticas fiscales agresivas basadas en mayor endeudamiento público, algo que se ha propuesto como solución al estancamiento, está supeditada al caprichoso veredicto de las calificadoras de riesgo.   

De todas maneras, el debate está planteado. Ciertas o no las premisas de la hipótesis del estancamiento secular, a nadie le conviene una economía mundial amorcillada y entre más rápido se le encuentre una solución a este complejo fenómeno mejor será para todos.
 

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