.
Analistas 17/12/2025

Selfiturismo

Ignacio-Iglesias

En un mundo de tanta crispación, polarización y violenta rivalidad política, tanto a nivel nacional como internacional, siempre debe quedar tiempo para cuestiones más banales. Temas que no serán portada de periódicos ni formarán parte de las sesudas tertulias mañaneras radiofónicas, pero que pueden dar lugar a conversaciones entre los que todavía disfrutamos de las cosas mundanas y charlas de café, que no tienen nada que envidiar por contenido y forma a las tertulias antes reseñadas.

Desde hace unos años y en especial desde la invasión y control que las redes sociales tienen en nuestras vidas, el turismo o el principal motivo por el cual a la mayoría de la gente le gusta turistear, ha cambiado radicalmente.

El efecto demostración, exposición y escaparatismo se ha apropiado de nuestras vidas y, si bien hasta hace poco podía pensarse que esas plataformas era coto privado de los más jóvenes, entre que esos jóvenes ya no lo son tanto y que los más añosos quieren no quedarse fuera de la película, esa apropiación ya no conoce ni edades ni latitudes.

Sí, las redes sociales han creado un nuevo tipo de turismo. No me cabe la menor duda. Es más importante la foto delante del monumento de turno y compartirlo en los diferentes perfiles sociales lo antes posible con sonrisa impostada, morritos o posturas acrobáticas, que realmente saber y disfrutar de lo que se muestra de fondo de la foto: la historia que tiene, lo que se esconde detrás de sus paredes, qué personajes han habitado en ellos, cómo se construyó, a qué sobrevivió…

Me recuerda mucho a un juego de mesa que en mi adolescencia compartía con mi pandilla de la sierra. Se llamaba Risk. Digo llamaba porque no sé si sigue existiendo, aunque estoy seguro de que una versión actualizada y renovada debe haber. Consistía en la conquista de territorios/países, donde ibas colocando tus fichas sin importarte muy bien que suponía tomar esos países; lo que realmente era capital no era otra cosa que ver poblado el mapa mundial lleno de tus fichas (yo solía jugar con las verdes); ¡con esa foto te quedabas!, y de ganar, tenías unas horas para restregar tu victoria por la cara de tus compañeros de mesa antes de ir a la piscina, donde el tema de conversación pasaba a ser otro.

Ahora con el turismo pasa algo muy parecido; cuenta más el estar y mostrar que el quedarse y disfrutar. Hay prisa para “conquistar” lugares sin detenernos a saber el cómo, el por qué, el quién, el para qué. Todo esto ya no puntúa de cara al escaparate. Basta con decir: “…estuve y aquí tienes la muestra…”.

Toda esta nueva modalidad del selfiturismo ha creado una estética y una industria alrededor que en absoluto hay que menospreciar: desde los palos alarga brazos, que te permiten lograr instantáneas más adecuadas para el propósito buscado y que convierten el lugar en una especie de tienda de lámparas de pie con diferentes tipos de bombillas, hasta las poses y los gestos de moda que son los únicos bien aceptados por los destinatarios de la instantánea y que te pueden asegurar un mayor número de: “me gusta”, emoticono de rigor o incluso, en el caso de algún receptor atrevido y dicharachero, algún comentario al respecto.

Quedaron atrás, muy atrás las guías de viaje, muchas de ellas de un grosor semejante al Quijote, las cámaras de fotos, más o menos sofisticadas y que hacían de la posterior tarea del revelado y visionado una fase más de esas vacaciones o de esa excursión; te permitían revivir ese momento con el que habías estado soñando durante tanto tiempo, o incluso esos álbumes de fotos que siempre tuvieron un protagonismo en las estanterías de nuestra casa, junto con la enciclopedia multi volumen que te vendían puerta a puerta y los libros que te obligaban a leer en el colegio.

Se da más valor a los comentarios de los selfituristas que a lo que te pueda recomendar un profesional que conoce la atracción, el monumento, la ciudad… y la ha visitado unas cuantas veces.

Ahora no. La atención es cada vez menor, las ganas de saber algo más es algo marginal y, sin embargo, la exposición de tu vida es obligatoriamente necesaria si quieres ser alguien. Ya no importa conocer, lo importante es la foto y…, next.

La inmediatez prima. La estulticia, en muchos casos, maneja nuestra vida. ¿Quién no ha oído hablar del acrónimo Fomo (Fear Of Missing Out)? No podemos perder el tiempo en contemplar y dejarse enredar por lo que estás viendo. La partida tiene un tiempo limitado y tenemos que llenar el mapa con mis ejércitos, antes de que otro haga lo mismo y me lo restriegue por la cara.

La cosa es grave y ni siquiera he abierto el melón de los filtros para salir más guapo, menos feo o tapar aquello que no nos gusta o de lo que la manida inteligencia artificial puede hacer con tus fotos. Eso da para otra reflexión mucho más sesuda que podría ser motivo de otro artículo.

Por cierto, y para terminar, otro fenómeno a estudiar y que se mueve en la misma órbita mental de la del selfiturismo, es el de los movilconciertos. ¿Para qué ver música en directo, si lo que realmente nos gusta es levantar el brazo (con o sin palo) y ver el concierto a través de la pantalla de nuestro celular? Sin duda es algo que, si existieran los extraterrestres y nos observaran pensarían que estos terrícolas están mal de la cabeza y para qué invadirlos si ellos mismos dan muestras a diario de querer extinguirse.

Para los que piensen que todo lo dicho queda fuera de mi manera de actuar, tengo que decirles que no; formo parte de este colectivo de selfituristas, pero desde que mi hija me dijo: “papá eres patético haciendo selfis”, he asumido mi incapacidad en el tema y me dedico a hacer instantáneas más convencionales.

Una conocida marca de fotos lanzó un mensaje muy sabio: “las historias reales no son stories & reels”. En esas estamos. Una pena.

Conozca los beneficios exclusivos para
nuestros suscriptores

ACCEDA YA SUSCRÍBASE YA

MÁS DE ANALISTAS

ÚLTIMO ANÁLISIS 17/12/2025

Volver a crecer

Necesitamos una nueva década de crecimiento y oportunidades; una nueva década para reducir la desigualdad y elevar los ingresos de millones de colombianos

ÚLTIMO ANÁLISIS 16/12/2025

El efecto dominó del mínimo

El ciudadano común nunca las relaciona con el salario mínimo, pero vive sus consecuencias. Por ejemplo, puede complicar lograr la pensión para algunos Colombianos

ÚLTIMO ANÁLISIS 17/12/2025

APP 2025: rendir cuentas también es rendir sentido

Rendir cuentas, entonces, no es solo presentar balances. Es demostrar que la alianza público-privada puede ser una herramienta ética y eficaz para cuidar la ciudad y activar el territorio