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En su más reciente informe de Semana Económica, la agremiación señaló que con incentivos regulatorios suficientes el mercado, particularmente el no vigilado, se puede comportar bajo una debida diligencia y se gestionen los riesgos implícitos en estas operaciones sin que esto interfiera con el desarrollo del mercado ni atente contra el apetito inversionista en este tipo de figuras.
La figura de la libranza es una herramienta financiera asociada a un menor riesgo de crédito en la medida en que cuenta con la garantía del flujo de pagos, lo que ha permitido aminorar el impacto de la administración del riesgo de pago en el costo de la financiación. Sin embargo, Asobancaria indica los riesgos operacionales, de contraparte y de reputación, que aún se mantienen y que no cuentan con la regulación adecuada entran al negocio.
Según datos de la Superintendencia Financiera, la cartera de libranzas otorgada por las entidades vigiladas, desde la promulgación de la Ley de libranzas, ha venido creciendo a una tasa anual promedio de 17,7% y al corte del primer trimestre de 2016 totalizó cerca de $36,4 billones (más de tres veces la cartera de microcrédito y cerca de 90% de la de vivienda). La cartera de libranza de las entidades no vigiladas, por su parte, supera los $10 billones.
El gran reto que contempla Asobancaria para incentivar esta figura de financiación es superar factores como la venta de créditos respaldados en libranzas por parte de las entidades vigiladas por la Superintendencia Financiera. A esto se suma, la indebida gestión al momento de contratar la libranza, originado por falta de vigilancia.
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