Adiós al Caballero reportero

Probablemente Juan Pablo II, Salvador Dalí, Muamar el Gadafi, Yasser Arafat, Hugo Chávez y Benedicto XVI tuvieran una sola cosa en común: haber sido entrevistados por un mismo reportero colombiano, que falleció ayer, a los 68 años. “El mejor que conocí en mi vida”, dice Juan Gossaín.

Era Antonio José Caballero Velasco, que hasta sus últimos días luchando contra el cáncer seguía siendo columnista de El País de Cali, cronista de RCN Radio, colaborador del portal Las 2 Orillas.

“Un referente, amigo de todos sus colegas”, así lo había descrito Julio Sánchez Cristo, la última vez que se oyó su voz en radio.

Fue en junio de este año en La W, cuando estaba en la puerta de salida de la clínica El Valle de Lili, en Cali, “con ganas de salir a enfrentar este evento que se presentó, y echar pa alante”. Eso dijo entonces. Había llegado a cubrir la Cumbre de la Alianza del Pacífico, pero el mal se hacía sentir desde su hígado. Confesó que la enfermedad ya le había sacado dos tarjetas amarillas. “Y entonces vino la roja. Aquí estamos, pero listos para jugar el partido de todas maneras”.

Y siguió, escribiendo crónicas como ‘La vida solitaria de los muertos ilustres en el cementerio Central’, publicada en noviembre en El Tiempo. Quizá ya no necesitaba seguir marcando goles en el periodismo. Había ganado cinco Simón Bolívar y varios otros premios en tres décadas de trabajo, en las que pasó por las revistas Cromos y Antena; fue productor de informativos de televisión en la Cadena Dos, de musicales en el Canal Uno, la Mega Televisión, TV Impacto, Grupo Radial Colombiano y Prego Televisión; presentador del noticiero Cinevisión, Reporteros del Mundo; y reportero de Caracol Radio, Viva FM y Señal Colombia.

El hombre que murió al mediodía de ayer en la clínica El Country de Bogotá, nació en 1945 en la finca El Hato, a las afueras de Santander de Quilichao, Cauca. Las biografías enviadas por las agencias noticiosas dicen que cuando era niño quería ser sacerdote, pero terminó graduándose como especialista en ciencia de la información y periodismo de la Universidad Complutense de Madrid, con estudios especiales de radiodifusión y televisión en la Escuela Oficial de Madrid y Dirección de Televisión RAI en la Radiotelevisión Italiana, en Roma.

Es el perfil que publicó tras su deceso RCN Radio, cadena en la que se concentró gran parte de su experiencia profesional; donde ganó el grado de experto en el Vaticano y el título de ‘Señor Reportero’. ¿Cómo? A Dalí lo pilló en la Plaza de las Ventas de Madrid; en 1978 logró que Juan Pablo II le dedicara palabras a Colombia. O cosas como dar la exclusiva de que Chávez regresaba al poder en 2002, tras un golpe de estado, cuando la palabra exclusiva significaba algo. O entrevistar a Manuel Marulanda Vélez, ‘Tirofijo’, en plenas negociaciones de paz en los 80 en la Uribe, Meta, bajo la batuta de su maestro, Gossaín.

“Fue un hombre íntegro, trabajador, el periodismo lo era todo para Caballero”, dijo ayer a RCN Radio el escritor y periodista que durante años dirigió ese espacio. Conmovido, reveló además que en uno de los últimos mensajes de texto que recibió de Caballero, este le confesaba “ya no aguanto más los dolores, me caí”.

“Con él trabajamos hasta el último día (...) con unas crónicas hermosas”, dijo a su vez la actual directora de los servicios informativos de RCN, Yolanda Ruiz. En esos meses de batalla por su propia salud fue que decidió escribir sobre los muertos ilustres, en una de sus últimas producciones periodísticas.

“Tal vez en vida fueron muy visitados, asediados, aplaudidos y criticados (..) El abandono de sus tumbas en el Cementerio Central de Bogotá es fiel retrato de las paradojas de la condición humana”, se lee en el texto. En el día de los difuntos, recorrió las tumbas de otros colombianos que también se habían ganado títulos en vida, ‘El hombre que cuando hablaba ponía a pensar al país’, ‘El tribuno del pueblo’, ‘El caudillo’. Comprobó que la gloria no sobrevive, que la hierba desordenada y flores marchitas nadando en charcos de lluvia en cruces huecas, son los únicos acompañantes de los restos de presidentes con legados tan importantes como las jornadas laborales de 8 horas o la Avenida 26.

Jocoso, crítico, frentero, son adjetivos que le sientan bien a esa lectura. Hoy se usan para describir el oficio del también llamado ‘Reportero de Colombia’. Como Camus y Gabo, vivió convencido de que es el más lindo del mundo. “Tomándolo como es (...) es una solución que tiene la gente para conocer qué es lo que está sucediendo en nuestro país. Así, se proponen soluciones a los problemas, no a punta de bala”.

“Frases ilegibles borradas por el tiempo”, “monumentos a la amnesia”, se lee en apartes de su crónica, tejida con palabras que cobran hoy sentido de denuncia anticipada. “Así es la vida de los muertos ilustres de Colombia, que ojalá descansen en paz, para que no sientan tan duro el abandono y el olvido de sus paisanos”.