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Analistas 04/05/2021

De respuestas equivocadas y la ausencia de liderazgo

Vicente Echandía
Diplomático
Analista LR

Después de todo lo que ha pasado esta semana, que desafortunadamente se repite cada vez que se plantea una protesta, muchos le van a atribuir al Gobierno una falta de liderazgo. De hecho, esa es una de las críticas que se le hace con mayor frecuencia. Pero escarbándole un poco, no queda muy claro a qué se refieren.

En la mayoría de las ocasiones, pareciera que quienes usan el concepto de “ausencia de liderazgo”, comparan la situación actual con la imagen que tienen del líder todopoderoso que aglutina a una mayoría alrededor de una idea que los lleva a un resultado favorable. Las historias de Churchill, Lincoln y tantos otros, evocan recuerdos de grandeza, de aquellos súper hombres que gracias a su tenacidad y su valor guiaron a muchos a enfrentar con determinación los problemas que enfrentaban.

Ese liderazgo que se añora, nunca tuvo mucho de real. Mas allá de la idealización que se hace de ciertos personajes que tuvieron un impacto descomunal en circunstancias excepcionales, siempre ha estado el trabajo coordinado de mucha gente y la medida adecuada de suerte que culminó en el resultado que la historia conoce.

Por eso, más que de su grandeza, un líder depende de la relación que tiene con la estructura que le otorga la autoridad, sea esta el gobierno de una nación o la obediencia de un movimiento. Y sin embargo, como ocurre en muchos otros países, seguimos esperando demasiado de nuestros gobernantes. Y eso plantea un problema, porque mientras recordamos con nostalgia a los grandes del pasado y anhelamos la llegada del salvador, no terminamos de entender el contexto actual.

Por varias razones, instituciones tradicionales como gobiernos, partidos políticos y medios de comunicación han perdido poder y se han debilitado. Las redes sociales han multiplicado las tribunas millones de veces, generando miles de influenciadores que profundizan ese debilitamiento. El mundo no es más lo que conocimos.

Pero en este nuevo y cambiante contexto, todavía no se tiene claridad sobre dos aspectos fundamentales: los limites que enfrentan quienes gobiernan y el papel que le corresponde jugar a los demás.

Frente al primero, muchas veces se olvida que el gobierno, antes que un ente lejano y ajeno a los que no son gobierno, no es más que un grupo de colombianos, de a pie, a los que se les encomienda, por un periodo determinado, cumplir con ciertas tareas para que, en principio, las cosas mejoren para todos. De eso se trata. Aquí no hay magos ni soluciones milagrosas.

Respecto del segundo aspecto, lo que sí es seguro, es que desde hace rato dejó de ser un tema del gobierno y los que se le oponen. Por esto, el papel que le corresponde a los ciudadanos de hoy pasa necesariamente por una mayor participación en los asuntos públicos, esos que suenan aburridísimos, pero que nos tocan a todos. Por hacer un esfuerzo e ir más allá de lo que hasta ahora se ha hecho, desde el sector privado, pasando por la academia hasta las personas del común.

Se viene una elección difícil y si no empezamos a cambiar lo que esperamos de nuestros líderes y lo que estamos dispuestos a asumir como ciudadanos, nos podemos terminar quedando con lo peor; entre los cuentos de aquellos que nos salvaron y los que prometen salvarnos a punta de más cuentos y fórmulas imposibles.

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