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Analistas 24/08/2017

Inflación salarial y Costo laboral unitario: EE.UU. y Colombia

Sergio Clavijo
Prof. de la Universidad de los Andes

A lo largo de 2017, se han venido disipando las expectativas sobre una rápida reflación en EE.UU. En ello han incidido principalmente: i) los menores precios del petróleo-Brent, promediando US$50/barril; ii) el aparente fracaso de la Administración Trump para aprobar en el Congreso la reforma tributaria que permitiría repatriar capitales y así impulsar las obras de infraestructura; y iii) la menor transmisión de las alzas salariales sobre la inflación. Así, la inflación, que se venía perfilando hacia un 2% en los inicios de este año, actualmente se ha desacelerado hacia un 1,7% tanto en el total como en su valores “core”. Esto ha llevado a la Fed a moderar su ciclo alcista en la tasa repo. En vez de cuatro alzas en 2017, probablemente se harán un máximo de tres, llevándola hacia 1,5% al cierre del año frente a 1,25% actual.

En esta nota queremos analizar este último factor de la baja transmisión salarial sobre la inflación, a pesar de tener un mercado en pleno empleo. Recordemos que el salario promedio se ha venido incrementando a ritmos de 0,5% real anual durante 2010-2017 en Estados Unidos. Se pronosticaba que al descender el desempleo de 10% hacia 5% durante dicho período debería darse una gran presión alcista en los salarios, especialmente de los más capacitados. Lo curioso es que el mercado laboral ha continuado mostrando un gran dinamismo, al generarse empleo a ritmos relativamente sostenidos de 1,4% anual. Sin embargo, los salarios reales no han logrado alcanzar estos ritmos cercanos a 1% anual, probablemente porque la Productividad Laboral (PL) tampoco lo ha hecho y las firmas se muestran reticentes a permitir que se les incremente el llamado Costo Laboral Unitario-CLU (= variación % del salarial real - variación % de la PL). Parecería que los principios de la Curva de Phillips han dejado de cumplirse, aun cuando se tienen tasas de desempleo de largo plazo inferiores a 5%.

Una hipótesis que se viene ventilando es que el Capital continúa desplazando al Trabajo. En efecto, se estima que la relación Trabajo/PIB descendió de 63% a 58% en el período 1982-2016. Allí han jugado factores como: i) la disminución del poder de los sindicatos, donde la tasa de afiliación a estos pasó de niveles de 20% a 10% en el período de análisis; ii) la mayor movilidad de trabajadores entre países; y iii) la creciente automatización de los procesos, presionando los salarios a la baja.

Un factor adicional tiene que ver con la composición del mercado laboral, tal como lo sugiere un reciente estudio de la Fed. Allí se encuentra que el retiro masivo de los baby-boomers ha venido distorsionando las ganancias salariales, pues en su reemplazo se ha contratado a trabajadores menos experimentados y por menores salarios. Al ajustar por dicho factor, el gráfico 1 muestra cómo los salarios habrían aumentado 4,2% nominal anual en julio de 2017 (equivalente a 2,5% real) frente a 2,5% nominal sin ajuste (0,8% real).

La contrapartida de esto, como lo mencionábamos, es que se ha evitado presionar el CLU, aun cuando la productividad registra crecimientos promedio de solo 0,3% anual durante el último quinquenio. Desde el punto de vista de la oferta, Gordon (2016) ha venido resaltando varios determinantes que explican estos resultados, tales como: i) el menor ritmo de innovación; ii) los declives en la calidad educativa; iii) los desafíos demográficos; y iv) las fallas en la provisión de bienes públicos, dado el alto endeudamiento.

Una visión alternativa ha provenido de J.B. Taylor, explicando los mencionados descensos en la productividad por la ausencia de reformas estructurales en los frentes clave de educación-infraestructura, tratamiento tributario y la evolución de la seguridad social (ver Taylor, 2017, “Policy is the problem”).

Ahora bien, cabe preguntarse ¿cómo se compara el CLU de Colombia con el de Estados Unidos bajo la coyuntura actual de estancamiento salarial y colapso de la productividad? El gráfico 2 muestra cómo, durante 2013-2015, la brecha entre ambos países se redujo a 3%. Ello debido a que el SML real de Colombia registró incrementos de 0.6% anual durante dicho período, mientras la productividad laboral lograba expansiones satisfactorias de 2%, gracias a que el PIB-real se expandía a tasas de 4% anual.

Sin embargo, durante el período 2016-2017, dicha brecha ha vuelto a ampliarse en contra de Colombia. Ello debido a que los incrementos del SML real (deflactado por el IPP) del país superaron las ganancias en productividad en cerca de un 3% anual. Así, en 2017, pese a la difícil coyuntura laboral que enfrenta Estados Unidos, la mano de obra en Colombia resulta con un CLU superior en un 10,3%.

Lo anterior muestra cómo en vez de “confiar” en que el mercado laboral colombiano busque equilibrarse por cuenta de los posibles desmanes en Estados Unidos, el país debería insistir en atacar sus problemas laborales estructurales. Ello implica: i) evitar ajustar el SML real por encima de las ganancias en productividad, pues esto va en contravía de la generación de empleo; y ii) flexibilizar el mercado laboral, ahondando sobre lo alcanzado en la Ley 1607 de 2012 en materia de parafiscalidad, empezando con el desmonte de la contribución del 4% sobre la nómina destinado a las Cofamiliares.

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