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El cambio inesperado en el contexto económico mundial a finales de 2014 por cuenta de la destorcida en los precios del petróleo, sumado a la perdida de tracción de la demanda interna, ha venido incrementando la incertidumbre del mercado en materia de desempeño económico en 2015. Mientras en junio de 2014 el rango de pronóstico de crecimiento del mercado para 2015 oscilaba entre un 4,3% y 5,1%, una amplitud de 80 pbs, en abril de 2015 el rango de dispersión se amplió hasta los 190 pbs, con un rango esperado de 2,3%-4,2% y un 3,4% como cifra más probable.
Y es que en medio de la actual coyuntura, que encara riesgos locales y externos, los pronósticos se han venido recomponiendo a la baja una vez se ha empezado a digerir la magnitud de los choques y las señales de moderación de los diferentes indicadores líderes asociados al consumo, la inversión y la confianza. Entidades multilaterales como el FMI y la Cepal, e incluso el mismo Gobierno Nacional, también procedieron a ajustar sus previsiones a la baja, señal de que se ha venido subestimando el alcance y el impacto de las nuevas condiciones locales y externas.
Existen principalmente tres factores de riesgo que se han venido materializando y que han alertado sobre la magnitud del ajuste: i) la persistencia de las bajas cotizaciones del crudo (en torno a US$50-US$55pb) y las previsiones menos optimistas de la industria de petróleo, ii) el frágil desempeño de la producción industrial, con reducciones cercanas a 3% en lo corrido del año y iii) la menor tracción del consumo y la confianza de los hogares, ésta última con una caída significativa en el último mes que prendió las alarmas sobre la dinámica de la demanda interna en el corto plazo. De hecho, el último reporte realizado por la Asociación Bancaria, recogiendo esta nueva realidad, ha llamado la atención sobre esta nueva dinámica y ha señalado que la recomposición sectorial y la recuperación de la industria serán de largo aliento, lo que difícilmente permitirá que la economía crezca en 2015 por encima de 3,1%, un fuerte aterrizaje en materia de actividad frente al crecimiento de 4,6% de 2014.
Es de esperar que las ramas más dinámicas continúen siendo la construcción y los establecimientos financieros. En el primer caso, la ejecución de obras civiles será el pilar fundamental, en especial por los niveles de ejecución que deberían acelerarse tanto en las concesiones de tercera generación como a nivel de las administraciones regionales. En el segundo, la fortaleza y la solidez que ha exhibido el sistema financiero para sobreaguar los momentos de moderación económica apoyarán el liderazgo del sector, que se mantendría como una de las principales actividades de mayor contribución al crecimiento, tal y como lo ha venido haciendo en el último lustro. El consumo de los hogares y en el gasto del Gobierno presentarán una notoria moderación por cuenta del efecto cambiario y la mayor estrechez fiscal.
Esta nueva realidad encara ahora retos importantes sobre el rumbo de la política económica, no solo teniendo en cuenta la dinámica económica de 2015 sino la lenta recuperación de cara a 2016. Ya en 2016, y aún pese al amplio espectro de incertidumbre sobre la dinámica externa, los primeros análisis señalan que la economía estaría registrando un leve repunte, pero su magnitud apenas se manifestaría en expansiones que podrían estar cercanas a 3,5%. Un crecimiento que, en todo caso, dependerá de la dinámica de crecimiento mundial, del impulso de los programas de infraestructura y de la celeridad con la que los sectores de industria, comercio y transporte empiecen a ganar tracción y a recobrar su dinamismo.
Así las cosas, de materializarse el crecimiento de 3,1% y 3,5% en 2015 y 2016, estaríamos ante dos de los tres peores años de la última década en materia de crecimiento, con lo que el próximo lustro empezaría con un crecimiento promedio de tan solo 3,4%, muy por debajo del 4,8% registrado en el periodo 2010-2014. Esta nueva realidad demuestra la importancia de definir con cuidadoso pulso las políticas contracíclicas que permitan encaminar la economía hacia sus sendas potenciales (en torno a 5%), referente para garantizar el tránsito de convergencia hacia los estándares de la Ocde y superar las brechas en materia de pobreza, los cuellos de botella en materia de infraestructura y las aún inquietantes brechas sociales.