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Analistas 24/04/2019

Fortalecimiento regional

Santiago Castro Gómez
Expresidente de Asobancaria

El robustecimiento del aparato productivo nacional, una prioridad de política pública, continúa siendo uno de los grandes imperativos para el desarrollo económico y social. Consciente de ello, el Gobierno, a través del Plan Nacional de Desarrollo 2018-2022, formuló un conjunto de estrategias bajo la figura de pactos regionales que, si bien contiene un arsenal de iniciativas importantes, se queda corto en el análisis de los desafíos que enfrenta la expansión crediticia como vehículo para apalancar dichos pactos.

Hay que reconocer que la radiografía nacional señala múltiples heterogeneidades entre regiones, por lo cual la mejor forma de acometer este objetivo difiere en función de las particularidades de cada región. Si bien tenemos departamentos caracterizados por índices relativamente altos en temas de conectividad y clima empresarial, en otros hay rezagos significativos en variables tan esenciales como el acceso a la red de acueducto y alcantarillado. Reducir estas brechas, respetando la vocación productora de cada zona, permitirá lograr un crecimiento más armónico y un mayor nivel de inclusión social.

En las zonas de mayor desarrollo, por ejemplo, se encuentran poblaciones mayoritariamente urbanas, índices de pobreza relativamente bajos y un aparato empresarial robusto que se apalanca en niveles de profundización financiera (cartera/PIB) superiores al 50%. Por ello, en departamentos de la zona central del país, los esfuerzos se deben encaminar a potenciar sistemas productivos más competitivos, para lo cual se requiere, entre otros elementos, modernizar y robustecer las redes de transporte, una meta que se facilita con el mejor acceso a fuentes de crédito e inversión.

El análisis de las zonas costeras del país muestra una realidad distinta. Estas zonas se caracterizan por una población más rural, con acceso parcial a servicios públicos de calidad y sectores productivos en las primeras etapas de desarrollo, de allí que sus retos se asocien más con la lucha contra la pobreza y la expansión de actividades productivas. Promover la profundización de la cartera hipotecaria no solo sería una estrategia importante dado su impacto en materia de déficit habitacional sino por su impulso al mercado laboral a través del sector de la construcción, intensivo en mano de obra. Todo ello exige también el desarrollo de políticas explícitas para impulsar la canalización de recursos a través del microcrédito.

En aquellos departamentos menos poblados, cuya estructura productiva se concentra en la extracción de hidrocarburos u otras materias primas, y en donde otras actividades empresariales son casi inexistentes, es necesario diversificar el aparato productivo. Para ello se requiere fomentar el uso de herramientas como el leasing, el cual facilita el acceso a activos productivos manteniendo buenos niveles de liquidez. Por supuesto, los esfuerzos por mejorar la cobertura de las redes de datos móviles tienen un efecto importante sobre el acceso al crédito formal en poblaciones alejadas. El desarrollo de productos de banca a través de teléfonos celulares tendría, en estas regiones, un impacto significativo.

Si bien el rol que juega el financiamiento en el desarrollo del país es fundamental, pues canaliza el ahorro hacía actividades productivas fomentando la competitividad y el emprendimiento, las estrategias para lograr un desarrollo regional más equilibrado quedan incompletas si no van acompañadas de políticas públicas que promuevan el acceso al crédito, la profundización financiera y el uso de productos financieros adecuados para cada región.

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