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Nos acercamos al final de la segunda década de este siglo, y la humanidad enfrenta situaciones críticas en muchos ámbitos que nos llevan a estar atrapados en la incertidumbre. Algunos modelos económicos, sociales, ambientales, entre otros, no funcionan; y no logran resultados para satisfacer las necesidades del ser humano.
Simultáneamente, llega la generación Z o los centennials, quienes nacieron entre 1995 y 2010 siendo 26% de la población mundial. Estos jóvenes, que afortunadamente tienen otras lógicas de vivir y de ver la vida, permiten cifrar en ellos una esperanza de transformación. De acuerdo con varios estudios sociológicos, ellos se caracterizan por ser autodidactas, son autosuficientes, creativos, quieren trabajar en temas que impacten al mundo, incluso de voluntarios, son más reservados, buscan que les respeten su privacidad, les preocupa el impacto del hombre en el planeta, son mucho más solidarios, y se involucran en la solución de los problemas de la comunidad.
Esta generación que guarda una gran diferencia con sus predecesores, o están culminando su bachillerato o ya están llegando a las aulas universitarias. Estos jóvenes, que esperan desarrollar su proyecto de vida en lo que les apasiona y mejorar las condiciones de vida de la sociedad, son los que no se pueden invisibilizar y/o negar, porque su nueva lógica puede convertirse en una esperanza y solución a muchos de los problemas que actualmente están llevando a los límites.
Un ejemplo de generación Z es Malala Yousafzai, quien a sus 19 años ya es premio Nobel de Paz, es activista de los derechos de las mujeres, especialmente en el acceso a la educación, e inició narrando la barbarie que vivía a través de un blog. La generación Z no tiene miedo de expresarse y exponer sus puntos de vista, y lo hacen a través de los medios digitales en lo que son nativos, y esto a muchos de las generaciones anteriores les genera temor, o va más allá de su comprensión.
Preguntémonos si la sociedad está preparada para involucrar a la generación Z en los procesos de transformación que se requieren, para enfrentar las situaciones críticas en las cuales estamos inmersos.
Creo que en muchos ámbitos no se está preparado, porque aún existen las premisas de antaño, donde la voz, las ideas y opiniones de los adolescentes no tienen valor, y que la voz del adulto está por encima de la de ellos. De esta manera, estamos perdiendo una gran oportunidad de avanzar hacia una nueva lógica de mundo; porque para ellos no es normal que exista la desigualdad, ni que haya indiferencia frente a la condición de vida de personas vulnerables, y afortunadamente no han caído en la trampa de dejar que las cosas pasen sin que ellos no hagan nada, demostrando más solidaridad.
El reto de los educadores y escuelas de formación está en fortalecer las cualidades, la sensibilidad, y las habilidades que ya tiene la generación Z, y no opacarlas al pretender que se acomoden a la lógica de vida de las generaciones que tienen la sociedad en crisis. Para ello, son necesarias comunidades educativas que construyan conjuntamente con escucha activa, con comunicación no violenta, activando el diálogo, sin subestimar, porque se tiene una oportunidad de transformar la sociedad con el potencial de la cuarta parte de la población del mundo, los centennials.