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Analistas 05/05/2025

Desempleo, volvimos a un dígito

Ricardo Bonilla
Exministro de Hacienda y Crédito Público
Ricardo-Bonilla

En materia laboral, los indicadores colombianos de desempleo y su distribución por posición ocupacional son atípicos en el mundo, desde que se tienen mediciones, hace más de 70 años, la tasa de desempleo promedio largo plazo supera 10%, con excesiva informalidad, consecuencia de un doble problema estructural: i) la no diversificación de la estructura económica, supeditada a las bonanzas del café y el petróleo, y ii) las limitaciones del sistema educativo y formativo para romper las barreras en matemáticas y lenguaje.

En lo corrido del siglo XXI, 25 años, no se ha corregido esa situación. Si bien marzo no es el más adecuado para una comparación de largo plazo, dado nuestros problemas estructurales y la cercanía del reporte del Dane, tiene sentido usarlo. En estos 25 años, solamente en cinco, hemos tenido tasa de desempleo de un dígito, los años 2014, 2015, 2017, 2018 y 2025, ninguno de ellos por debajo de 9%, siendo la tasa más baja de 9,1% en 2015 y la más alta en 15,8% en 2001.

La experiencia internacional dice que hay dos extremos en materia de desempleo, los países con flexibilidad en ingresos y un mercado de libre entrada y salida, con tasas próximas a 5%, y los países con rigideces de seguridad social y costos relacionados a la economía del bienestar, con tasas superiores a 10%. Con las reformas laborales, Ley 50/90 y 789/02, varias rigideces fueron eliminadas con la promesa de reducir el desempleo, dejando un mercado de libre acceso, mientras en seguridad social estamos lejos de la economía del bienestar.

Tasas del mercado laboral
Gráfico LR

En el largo plazo, la tasa más baja la tuvimos en 1994, a tres años de la apertura económica y la Ley 50, fue de 7,6% y se atribuyó a la dinámica económica alcanzada con el paquete de reformas del 90 y crecimientos anuales próximos a 5%, que se esperaba fuera el despegue de “Bienvenidos al futuro”. Seis años después teníamos una recesión, con tasa de desempleo cercana a 20%, y un proceso de desindustrialización en curso. La esperada diversificación de la economía no se dio y seguimos viviendo de bonanzas y enfermedad holandesa.

La informalidad, entendida como las personas que trabajan en unidades productivas de menos de 5 personas (T5) y que no aportan en seguridad social, salud y pensiones, siempre ha sido superior a 50% y solamente bajo a partir de cambios en la metodología de medición, el más importante haber pasado de T10, trabajar en empresas con menos de 10 personas, al T5 actual, allí se redujeron casi 8 puntos y tampoco se bajó de 50%.

Con la expedición de la Ley 100/93, vigente el 1 de abril/94, la reacción del mundo empresarial fue contratar por fuera del código laboral e introducir diversidad de instrumentos de tercerización, desde Cooperativas de Trabajo Asociado, CTA, contratos sindicales, contratos de obra o de servicios, SAS y otros con el objetivo de evadir la seguridad social y trasladársela a los trabajadores o al Estado, proceso que concluyó en la reforma tributaria del 2012, que estatizó los ingresos de la salud, eliminando el aporte patronal. El trabajo por cuenta propia se disparó de 4 millones a los casi 10 millones de ahora.

En una economía que se encuentra recuperando la senda del crecimiento económico, controlando la inflación y bajando tasas de interés, la buena noticia es el retorno de la tasa de desempleo a un dígito, 9,6% en marzo, e incrementos en las tasas de ocupación y participación. El mayor aporte se da en el mundo agropecuario, el mismo que, lamentablemente, es el más informal de la economía y al que hay que formalizar con seguridad social.

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