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De acuerdo a estudios científicos las emociones impactan procesos cognitivos, como lo es la toma de decisiones. Hoy no hay un mejor ejemplo que las elecciones para demostrar este hallazgo. En un estudio realizado en 2011 por los investigadores Tamir y Mass se señaló que el proceso de autorregulación de las emociones puede verse afectado por factores sociales y culturales, ya que, según las creencias, la educación y la priorización o valoración de las emociones, el escenario puede ser diferente para cada persona. En este sentido la cultura en la que se encuentran las personas afecta sus emociones y por ende los procesos de elección. De acuerdo con Zárate y Matviuk (2010) la cultura colombiana manifiesta tres emociones de forma evidente: la rabia, la alegría y el miedo. La rabia es percibida como agresividad, la alegría como una forma de promover la resiliencia, es decir, salir rápidamente de situaciones o altibajos emocionales. Pero también el miedo, según Zuleta & Álvarez (2018), ha sido culturalmente la emoción que mueve los discursos políticos para conseguir que las personas tomen decisiones concretas.
Por esta razón, cada conversación que se escucha en cafés, en medios de comunicación, en redes sociales, muestra una tendencia a elegir no por convicción sino por miedo. El miedo a lo desconocido, o a un futuro incierto, hace que el proceso de toma de la decisión sea vea nublado. ¿Por qué sucede esto? Depende mucho de cada emoción, pero en el caso del miedo tiene que ver mucho con la sensación de control y supervivencia. Lo explicaré a continuación utilizando la famosa pirámide de Maslow. Si una persona siente que su decisión puede impactar en su economía, y por ende en la posibilidad de satisfacer sus necesidades básicas como comer, dormir, seguridad, recursos, empleo, salud, etc. su decisión va a estar viciada de una buena cantidad de variables que hoy impactan directamente su vida.
¿Qué hacer al respecto? El miedo como cualquier otra emoción básica tienen una estrategia de regulación. Lo primero y más importante es hacer consciencia de que la decisión que se está tomando está basada en el miedo, sin consciencia en la emoción es como tratar de convencer a alguien que es adicto a algo, pero la persona no cree que esto sea verdad. Esto me lleva a reflexionar sobre si los colombianos seremos adictos a ciertas emociones y necesitamos una intervención para generar cambios internos y externos. Puede ser.
Después de hacer consciencia de la emoción que se está sintiendo y que está impactando en el proceso de toma de la decisión, se puede analizar qué estrategia de regulación emocional es la que se adecua más a las necesidades y situación. Existen cientos de estrategias de regulación emocional, pero para este caso concreto nombraré solo algunas de ellas.
Primero, está la evaluación de la situación. Esta estrategia de regulación emocional fomenta ver la situación desde diferentes perspectivas para ver opciones, y no quedarse solo en el problema. Cuando dicha evaluación es positiva significa que la persona tuvo la capacidad de sacar lo mejor de la situación y por ende de la experiencia.
Segundo, de acuerdo con el científico Gross, una buena estrategia de regulación emocional es ser proactivo a la hora de elegir experiencias afectivas, esto ayudará a evitar tener que vivir experiencias que lleven a la reactividad.
Tercero, la respiración como una forma de oxigenar el cerebro. En reiteradas ocasiones he mencionado la herramienta del mindfulness como una estrategia de regulación, de autoconocimiento y autogestión.
Ojalá todos los seres humanos en la Tierra empezáramos por identificar las emociones y regularlas, esto ayudaría a tomar mejores decisiones en cuanto al tipo de vida, gobierno o futuro que queremos.