Venezuela libre ya

Si siendo colombiano llegué a sentir semejante nivel de emoción al ver a Ana Corina Sosa recibir el premio Nobel de la paz en representación de su mamá, y de oír semejante elocuencia en las palabras tan hermosas que le dedicó su mamá al mundo, no me imagino a un solo venezolano que no hubiera llorado como un bebé de la emoción. O cuando María Corina salió a saludar a sus compatriotas a las 2:00 a.m. en el frío invernal de Oslo. O cuando Danny Ocean cantó “Alma Llanera” en la ceremonia de la entrega del premio Nobel… Muchos me preguntan que cuando viene la invasión de EE.UU. a Venezuela. Mi respuesta es la de siempre: EE.UU. NO va a poner en riesgo a sus soldados para liberar a Venezuela de la dictadura tiránica del Cartel de los Soles. Pero eso no quiere decir que Maduro y su séquito de criminales vaya a poder resistir en el poder. Después de oír voces calificadas, entiendo que la estrategia de EE.UU. es la de generar una implosión en el flujo de caja del régimen tiránico, para de esa forma generar una sublevación de los mandos medios dentro del ejército venezolano. Ahí la lógica que EE.UU. esté ahora embargando los cargueros de Pdvsa y explotando lanchas en el caribe. Otro punto ahí: como a Maduro y compañía lo cuidan los cubanos, la estrategia de bloquear la exportación de petróleo a Cuba desde Venezuela también busca que la isla entre en un colapso económico final por falta de petróleo.

Asumo, eso sí, que la oposición y EE.UU. entienden que si caen Maduro y el jefe de jefes, Diosdado Cabello, el país tendrá que pasar por un gobierno de transición que seguramente le dará el control del país a algún militar que se comprometa a convocar elecciones en el cortísimo plazo. Es obvio que la oposición barrería en unas nuevas elecciones, sobre todo si se le permite a la diáspora venezolana votar en esas eventuales nuevas elecciones.

Con todo lo que está pasando en Venezuela me han vuelto a la mente una cacofonía de historias sobre el por qué Venezuela, otrora el país más rico de Latinoamérica, terminó en esta situación tan desesperada. Y siempre llego a la misma conclusión: los egos de la clase política, la desidia de la clase dirigente, el desarme de la población civil, el resentimiento social, y la corrupción. De todos estos factores creo que el resentimiento social es el más difícil de combatir.

Hace 12 años conté en una columna en este diario un cuento que le oí a un amigo sobre la tragedia venezolana: “Me contaba Antonio, mi amigo, que había estado visitando a sus padres en Caracas por unos días, y que una de las noches había aprovechado para salir a comer con unos conocidos. Lo que le contaron los amigos es realmente escalofriante...Cuenta Antonio que al papá de un amigo de un amigo que vive en las Mercedes, uno de los mejores barrios de Caracas, se le habían metido los ladrones a la casa un domingo por la noche. Ante la cotidianidad de los atracos a las casas, el señor de la casa decidió tomar la actitud pragmática, para evitar que hubiera violencia en contra de él, su esposa, o de su hijo de 21 años. Invitó entonces a los atracadores a comer y a tomarse un whisky en la sala. Al compás del whisky y los sándwiches que les sirvió el señor a los criminales, los tipos le desocuparon la casa y la caja fuerte. Ya a punto de salir de la casa los atracadores, el jefe de la banda se voltea y le dice al dueño de la casa: “mira pana, muchas gracias por tu hospitalidad, muy buenos los sándwiches. Ahora, yo miro esta casa y veo que quedó desocupada, pero seguro que dentro de seis meses ya la tienes llena nuevamente y en un año ya seguro se te olvidó todo esto. Por lo tanto, me toca dejarte un detalle para que nunca se te olvide esta noche”. Acto seguido, el criminal saca su pistola y le pega un tiro en la cabeza al muchacho de 21 años ante un padre y una madre que miran en total desconcierto”.

No hay mucho que los colombianos podamos hacer en el corto plazo para combatir el resentimiento. Lo que sí podemos hacer es evitar que gane las elecciones el Hugo Chávez de Colombia, el señor Iván Cepeda. Estamos más que advertidos. Ojo con el 2026.