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Analistas 23/08/2022

El poder: droga y trampa

Paula García García
Conductora Red+Noticias

Seduce hasta que enamora y encanta hasta que enloquece. Para el presidente Petro, una droga, una trampa. Así es el poder. Concepto, en el ámbito político, ampliamente desarrollado por autores como Locke y Montesquieu. De acuerdo con la Real Academia Española (RAE), facultad expedita, demostración de fuerza y capacidad de vencer. En el diario acontecer, inquietante condición atada al valor del equilibrio que convive en delgada frontera con el autoritarismo.

Entre imponentes gobelinos y el exceso de dorado que habita en la Casa de Nariño, sostiene el jefe de Estado, creerse rey resulta sencillo y, alejarse de la realidad, el más susceptible camino. Una reflexión, en principio sensata, que con el paso del tiempo parecería se está diluyendo.

Tras sus primeras horas en el cargo, el recién posicionado mandatario lucía convincente, directo, impartiendo directrices. Ordenaba a su gabinete hacer de las calles sus despachos y los comprometía a no fallar. La semana siguiente, en cambio, desnudaba su lado permisivo, guardaba y sigue guardando silencio ante las incendiarias declaraciones de algunos de sus ministros. Después, en su reciente cara a cara con los empresarios, se mostraba intransigente.

Su estilo de liderazgo, despista e inquieta. En los últimos días, se ha visto por completo desconectado frente a las profundas reservas que la ambiciosa reforma tributaria despierta. Casi ignorando las voces que le piden encontrar soluciones conjuntas. Además, ha exhibido escaso tacto para la dignidad de su cargo. Producto de intempestivas cancelaciones que su equipo de comunicaciones justifica con múltiples versiones, eventos han quedado montados y cientos de asistentes plantados.

Las señales, desde el Ejecutivo, tienen que dejar de ser dispersas

Son dañinas para la estabilidad del país manifestaciones de ‵autoridad′ o ′superioridad‵ así de opuestas. Por cuenta de la incertidumbre, que la ambigüedad arrastra, afloran las consecuencias. Los mercados se agitan, la credibilidad se mina y sinnúmero de procesos se paralizan. Un gobierno bipolar solo afecta las dinámicas que, pese al temor que despierta la avalancha de disruptivas propuestas, luchan por mantenerse activas.
Si tan claro tiene el mandatario la responsabilidad, tentaciones y riesgos que se asumen al llegar a la cima, que lo materialice, entonces, en acciones. Con mucho por cambiar, pero también con una democracia por preservar y cuidar, las señales, desde el Ejecutivo, tienen que dejar de ser dispersas.

Quienes lo eligieron al igual que esa mitad de colombianos que todavía duda, exigen, en derecho, entender lo que viene. Descifrar el tono, las intenciones y las maneras. El poder político, para ser legítimo, recalcan los postulados de Locke, más que un contrato social debe ser producto de una relación de confianza. En tanto, la inclinación humana a caer en el abuso, sentencia Montesquieu, convierte en imprescindible la necesidad de que sea el poder el que detenga al poder.

Hasta el cansancio se criticó a la pasada administración por sus salidas en falso. Que en esta ocasión, el desbordado deseo de ′hacer historia‵ no se transforme en obsesión ni pretenda arrastrar todo a su paso. Que no se deje llevar, Gustavo Petro, por lo que él mismo calificó de adicción. Que sepa y, sobre todo, le interese leer la tensión del momento.

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