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Analistas 18/01/2014

La oportunidad económica se ha desplomado, por lo que la pobreza perdura

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Quería decir algo sobre el 50° Aniversario de la Guerra contra la Pobreza del Presidente Lyndon Johnson. Aproximadamente en el año de 1980, según el Centro para el Presupuesto y Prioridades de Política (CBPP, por su sigla en inglés), había un consenso generalizado de que ésta había fracasado. Sin embargo, como también concluyó el CBPP en un artículo publicado en Internet a principios de este mes, eso no resiste si se sacan cuentas adecuadamente: las mediciones de pobreza que toman en cuenta la ayuda gubernamental (¡ayuda del tipo provisto por la guerra contra la pobreza!) efectivamente muestran una disminución significativa desde la década de 1960. En Estados Unidos hay más miseria pura de la que debería haber, pero menos de la que había. 

Aún así, el progreso contra la pobreza obviamente ha sido decepcionante. ¿Pero, por qué? 

En este punto de la discusión, es importante comprender que los conservadores estadounidenses están atrapados en una narrativa fósil; un cuento sobre pobreza persistente que pudo haber tenido algo de cierto hace tres décadas, pero que ahora está completamente equivocado. 

La narrativa en la década de 1970 era que la guerra contra la pobreza había fracasado debido a la desintegración social: los intentos gubernamentales por ayudar a los pobres fueron dejados atrás por el colapso de la familia, el crecimiento del crimen y así por el estilo. Y en la derecha, y en cierto grado en el centro, a menudo se sostenía que la ayuda gubernamental, si acaso, estaba promoviendo la desintegración social. La pobreza, por tanto, era un problema de valores y de cohesión social, no de dinero. Eso siempre fue mucho menos cierto de lo que la élite quería creer; tal como lo demostró hace tiempo el sociólogo William Julius Wilson, la disminución de oportunidades de empleo urbano de hecho tuvo mucho que ver con la desintegración social. No obstante, tenía algo de cierto. 

Pero eso fue hace mucho tiempo. En estos días el crimen ha bajado considerablemente, lo mismo que el embarazo en adolescentes, etc.; la sociedad no colapsó. En cambio, lo que se derrumbó fue la oportunidad económica. Si el progreso contra la pobreza ha sido decepcionante durante el último medio siglo, la causa no es el deterioro de la familia, sino el auge de la desigualdad extrema. 

Estados Unidos es una nación mucho más rica ahora que en 1964, pero poco, si acaso, de esa riqueza incrementada ha goteado a los trabajadores de la mitad inferior de la distribución del ingreso. 

El problema es que la derecha estadounidense sigue viviendo en la década de 1970, o de hecho en una fantasía “Reaganoide” de la década de 1970; su noción de una agenda anti-pobreza sigue enfocándose en hacer que esos vagos se pongan a trabajar y que dejen de vivir de la seguridad social. La realidad de que los trabajos bajos, incluso si una persona consigue uno, no pagan lo suficiente como para sacar de la pobreza a la gente, simplemente no ha sido comprendida. Y la idea de ayudar a los pobres realmente ayudándolos sigue siendo un anatema. 

¿Alguna vez será posible alejar este debate de las ‘reinas’ del Estado benefactor y todo eso? No lo sé. 

Pero por ahora, la clave para entender las discusiones sobre la pobreza es que la causa principal de la pobreza persistente es la alta desigualdad del ingreso en el mercado, pero la derecha no puede resignarse a admitir esa realidad.

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