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Analistas 11/05/2023

“Deje de robar y salve una vida”

Mauricio Tobón
Expresidente de la Junta de Hidroituango

Con la plata que se roban al año los corruptos en Colombia, $50 billones, podríamos acabar con el hambre en el país. Duele decirlo, pero es la realidad, esa misma que gracias al enquistamiento de este flagelo, pareciera haberse normalizado.

El hambre mata. En lo corrido de 2023 han fallecido 23 personas por desnutrición y en un informe de la Asociación de Bancos de Alimentos de Colombia (Abaco), se evidencia que 40% de los colombianos consume alimentos solo dos veces al día o menos y 15,5 millones de personas en el país sufren inseguridad alimentaria moderada o severa. ¡Vergonzoso!

En Medellín, la tercera ciudad más cool del mundo, 642.000 personas aguantan hambre, en Bogotá 1,5 millones, en Cali 491.000, en Cartagena 420.000 y en Barranquilla 328.000 personas no tienen cubiertas sus necesidades básicas de alimentación. Paradójico que mientras en Estados Unidos su gente muere por el excesivo consumo de comida chatarra, en Colombia no tenemos para comprar arroz.

Son datos y hay que darlos, pero no podemos dejar que la estadística se vuelva paisaje. Las soluciones están a la espera de la voluntad política y de que se pongan en marcha planes agresivos para cerrar la brecha y no permitir que un solo colombiano aguante hambre o, peor aun, muera por ello. Señor corrupto, deje de robarle al país y salve una vida.

Colombia tiene todo para superar el hambre. Podemos, por ejemplo, aprovechar nuestros diferentes pisos térmicos para producir alimentos de valor agregado, como la hortaliza, el pescado y la proteína de cerdo. No obstante para ello se requiere crear los clúster de alimentos que permitan la producción a gran escala. Cuestión de voluntad.

Los programas de seguridad alimentaria deben fortalecerse, especialmente el Programa de Alimentación Escolar, que debe ser de calidad para que nuestros niños y jóvenes crezcan cumpliendo todos sus requerimientos nutricionales.

La educación, como eje transformador de la sociedad, es una herramienta que contribuiría a romper el ciclo de pobreza y hambre. Además, asegurar acceso al sistema de salud ayudaría a identificar a tiempo problemas de desnutrición y salvar vidas.

La crisis actual del país tiende a profundizar el problema del hambre en todo el territorio. Aquel refrán que dice “donde comen dos comen tres” ya no aplica, porque hoy no alcanza ni siquiera para los dos y mucho menos para que consuman al menos las tres comidas.

No merecemos, en pleno siglo XXI, estar hablando de esto, pero aquí estamos gracias a un abandono progresivo del Estado y una desconexión total de los gobiernos de turno de los problemas particulares de cada región.

Repito, podemos lograr cambios estructurales y evitar que más colombianos mueran de hambre si los corruptos dejan de robar y hay voluntad política. Vivir sabroso no puede ser para unos pocos que no madrugan, que viajan en helicóptero o que tienen la capacidad para mamar de la teta del Estado por décadas sin en algún momento haberse cuestionado un tema tan sensible como el hambre. El centralismo enceguece.

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