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La coyuntura derivada de la pandemia exige una reforma tributaria que sanee las finanzas públicas, por lo que es indispensable que se enfoque en ese objetivo, sobre todo en un contexto tan crítico para la economía del país. Es fundamental la solidaridad sostenible, como la ha llamado el Gobierno, sin embargo, tenemos que ser muy cautelosos y cuidar al máximo el gasto en un contexto de lenta recuperación.
Por su puesto que tenemos que afectar lo menos posible el poder adquisitivo de las clases menos favorecidas y tener una política social de amplia cobertura, no obstante, la coyuntura indica que el palo no está para cucharas y que tenemos que priorizar la salud financiera primero para después tener capacidad para cubrir las innumerables necesidades de los colombianos.
Necesitamos coherencia, crear mecanismos de desarrollo y proveernos de herramientas que nos permitan afrontar la coyuntura que nos ha dejado el alto costo de la pandemia y por la que nos tocó hacer de tripas corazón a todos, al sector público y también al privado.
Es positivo el mensaje del Presidente cuando señala que con la reforma se trata de producir equidad en medio de circunstancias extraordinarias y para el efecto es correcto actuar para el alivio de la carga tributaria para la micro y pequeña empresa y de esa manera reactivar el empleo.
Se necesita que tanto el Legislativo como el Ejecutivo se alineen en buscar soluciones y acciones responsables e innovadoras, flexibles para recaudar y combatir sin tregua la evasión. Y, por supuesto, formalizar la economía, con más zanahoria que garrote porque la experiencia nos indica que por mucho que presionemos no lograremos mejores resultados sin una política más atinada y sin actuar frente a otras reformas que hacen falta, como la laboral.
El Gobierno ha sido prudente en los tiempos y amplio en la discusión, lo difícil será un buen consenso en año preelectoral y que en su paso por el Legislativo surjan los “creativos” o los “interesados” especializados en costurar colchas de retazos para defender intereses particulares.
Hay temor empresarial por el anunciado impuesto al patrimonio y a los dividendos. Habría que tener mucho cuidado que por hacer más hagamos menos y lo que hoy nos significa obtener unos miles de millones adicionales más adelante signifique perder miles de miles de millones de inversión productiva.
Una “emboscada tributaria”, como lo ha referido La República, producirá desconfianza. La incertidumbre espantará los capitales que esperaban un sistema impositivo distinto al que se les había ofrecido.
Las agencias de calificación de riesgo están muy atentas para encender las alarmas en el exterior, por lo que, si bien necesitamos corregir y mejorar, no podemos cambiar las reglas del juego. De la seriedad de la reforma, de su alcance y efectividad dependerá el futuro de la economía colombiana y que dentro de un año o dos no estemos inmersos en otro nuevo remiendo.
Los medios de comunicación han filtrado mucha información sobre que va y que no va, pero solo sabremos cómo queda la reforma una vez haya pasado por todas sus instancias, entonces cualquier cosa puede pasar y ya tenemos experiencia en que a última hora se cambien los buenos propósitos originales. Lo que no puede pasar es que un buen propósito termine siendo contraproducente y naufrague en un mar de incertidumbres.