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Analistas 16/01/2023

El coco del 2023

María Claudia Lacouture
Presidenta de AmCham Colombia y Aliadas

El enemigo por vencer este año, sobre todo en los primeros meses, será la inflación. Las proyecciones indican que después del primer trimestre comenzará a estabilizarse -sin que ello suponga que llegará una solución definitiva-, como resultado de las políticas restrictivas y la contracción económica, por lo que es vital que el Gobierno articule con el Congreso, con los trabajadores y con los empresarios un acuerdo que contribuya a que los precios se mantengan bajo control sin que se afecte el empleo o el crecimiento económico.

La presión inflacionaria que padece el mundo tiene dos aliados en países tropicales como Colombia: la devaluación de la moneda y el fenómeno de La Niña. Hoy tenemos lluvias excesivas y para más adelante se pronostican sequías. Los excesos meteorológicos afectan la productividad y presionan la inestabilidad en los mercados domésticos. Hoy, por cuenta de los derrumbes ocasionados por las lluvias, el transporte se ha encarecido y algunos productos comienzan a escasear.

Y si por aquí llueve en otras partes no escampa: una guerra en Ucrania que amenaza con extenderse, tensiones comerciales, contracción global, proteccionismos, cambio climático, xenofobia, radicalización y otros fenómenos que impactan las expectativas individuales y colectivas.

La inflación merece más atención que todas las reformas que están sobre la mesa, requiere de una acción rápida y coordinada del sector público con el privado que permita poner en marcha una estrategia en múltiples niveles ya que los valores reportados en 2022 abren la posibilidad de una espiral inflacionaria de difícil retorno. Si no reaccionamos con sentido de urgencia, la inflación se convertirá en “el coco” del 2003.

Una acción coordinada, bien estructurada y con responsabilidad política podrán ayudarnos a revertir la situación. ¿Es posible? Por supuesto. Si algo caracteriza a Colombia es su resiliencia, y lo ha demostrado en todas las crisis económicas de las últimas décadas.

El costo de los alimentos y los servicios públicos representan una buena parte de los gastos de las familias que no han logrado estabilizar ahorros desde la pandemia, con el agravante de que las medidas restrictivas del Banco de la República, además de encarecer el costo del dinero, desestimulan la formalidad bancaria y empodera el gota a gota, que es una forma de legalizar el lavado de dinero y de institucionalizar la cultura de la mafia.

Elevar las tasas de interés en una economía tan informal ha generado más carga que solución y las medidas adoptadas el año pasado de reducir a cero, durante seis meses, los aranceles de 165 bienes importados relacionados con la producción agrícola, ni se han sentido. Si la inflación solo se bajara con un decreto, vivir en este mundo sería muy barato.

Estamos en la antesala de una posible escalada inflacionaria con sus responsables lanzando culpas contra las externalidades, sin un plan maestro para manejar los precios altos. No es una sola solución, son múltiples soluciones que involucran a diferentes actores que deben trabajar proactivamente sobre este problema que está en la mesa. No podemos esperar a que pase el tiempo y confiar en la posibilidad de que se desinfle por sí mismo el globo inflacionario.

Si no actúa rápido y de manera articulada, el “coco” para 2023 será la inflación y su injerencia en el crecimiento económico se sentirá en todo el país con efectos impredecibles.

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