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Analistas 13/09/2023

Golpe duro

Antes de comenzar, una aclaración: en esta columna no se defienden golpes militares. Ahora bien, dicho lo anterior, lo cierto es que hay golpes de golpes.

El de Chile hace 50 años fue uno de ellos. Fue un golpe brutal, sangriento, excesivo en todos los sentidos. Sin embargo, barbaridad innegable a parte, uno se pregunta si no fue un golpe necesario.

Porque Salvador Allende no era un demócrata en el sentido en que hoy entendemos la palabra, o sea en el sentido de la democracia liberal. Allende era un marxista y el entendimiento de democracia que tienen los marxistas es diametralmente opuesto al que tenemos los liberales. La de ellos es lo que llaman la “democracia popular”, como la que había en la República Democrática Alemana o la que actualmente existe en la República Popular Democrática de Corea, más conocida como Corea del Norte.

La vía chilena al socialismo propuesta por la Unidad Popular de Allende y que triunfó en las elecciones de 1970 no era una vía que llevaría a Chile a convertirse en Suecia. El socialismo que Allende y sus copartidarios tenían en mente no era el llamado “socialismo” escandinavo, que consiste básicamente en un sistema de economía de mercado donde se ha superpuesto un robusto estado de bienestar. El socialismo de Allende y compañía era el mismo socialismo que existía en ese momento en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, no otro.

Es decir, Allende quería establecer un régimen comunista en Chile a la imagen y semejanza de los que existían detrás de la cortina de hierro, pero lo quería hacer utilizando el sistema electoral de la democracia liberal y no la violencia abierta, como lo predicaba el dictum leninista. La vía chilena al socialismo en lo que iba a terminar tarde o temprano era en la dictadura del proletariado.

¿Qué tan legítimo desde el punto de vista de la democracia liberal es esto? Pues tan legítimo como cuando Adolfo Hitler después de ser elegido democráticamente como canciller de Alemania decidió convertirse en dictador mediante la aprobación de una ley habilitante. Utilizar los mecanismos de la democracia liberal para llegar al poder y desmontar la democracia liberal para sustituirla por otra cosa, sea un Reich o una “república popular” no es tolerable.

En este sentido, el derrocamiento de Allende quizás fue necesario, aunque, repito, no lo fue la brutal represión que le siguió y, menos aún, la prolongación de una dictadura durante 17 años.

Para quienes se estremecen con esta proposición -y es perfectamente comprensible que lo hagan- basta con recordarles lo que ha ocurrido en Venezuela. Allí se consolidó una dictadura socialista manipulando las elecciones que en un principio fueron libres y que después dejaron de serlo.

¿Se hubiera evitado toda la tragedia humanitaria que el chavismo le ha traído a Venezuela si el “golpe” de Carmona hubiera fructificado en abril de 2002? O, dicho de otra forma, sabiendo lo que sabemos ahora, ¿hubieran los países de la región aplaudido la salida a la fuerza de Chávez en 2002? No hay que darle muchas vueltas al asunto, esta pregunta casi que se responde sola.

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