MI SELECCIÓN DE NOTICIAS
Noticias personalizadas, de acuerdo a sus temas de interés
Algún revuelo ha causado una de las más recientes nominaciones expuestas por el Ejecutivo para ocupar un cargo diplomático en Colombia. Se trata de la posibilidad para que la Dirección de Protocolo sea ocupada por Jorge Rafael Vélez, un abogado cercano a Duque, y que se ha movido por diversas áreas del derecho al tiempo que ocupó el cargo de coordinador ceremonial diplomático en la Cancillería. Sin embargo, claramente no es la persona ni con la preparación, ni con la experiencia para dicha posición.
Como lo expresó enfáticamente la Asociación Diplomática y Consular en un comunicado de prensa de la semana anterior, no es solo el cargo en cuestión, sino una diversidad de posiciones que han sido ocupadas con personas del círculo más cercano al Presidente, pero que no cuentan con las credenciales, ni se respaldan en una conveniente experiencia para ocupar los cargos a los que han sido nominados.
El caso, por ejemplo, de la Dirección de Protocolo es una posición clave para ser ocupada por un funcionario de carrera, con experiencia y credenciales correspondientes al perfil de un embajador. De acuerdo con la Asociación, se trata de la administración del sistema de inmunidades y privilegios, de la conexión directa y expedita entre las misiones del país alrededor del mundo y de la preparación del ceremonial estatal en todos sus frentes; indudablemente es un cargo para un experto.
Lo anterior es útil para retomar las constantes críticas que por décadas se han hecho a la manera como se administran las relaciones diplomáticas del país, desde la óptica del servicio exterior y consular. Aunque el Presidente de la República permanece con el derecho constitucional a determinar quiénes le acompañan en el ejercicio diplomático, a partir de la modalidad de libre nombramiento y remoción, lo cierto es que Iván Duque se comprometió públicamente a otorgarle seriedad al tema y tratar de aumentar el porcentaje de los funcionarios de carrera que ocuparían tales posiciones.
Es algo señalado en los lineamientos trazados para la política exterior del Estado colombiano durante esta administración. El Presidente expuso en su Plan Nacional de Desarrollo el fortalecimiento de la meritocracia en la Carrera Diplomática y Consular, a partir del establecimiento de una estructura útil al ascenso por méritos de sus funcionarios y un proceso objetivo que facilite evaluar “sus funciones con miras a permitir la utilización del mejor recurso humano de la Carrera en cargos directivos de la entidad”. Sin embargo, del “dicho al hecho” hay una distancia enorme. El presidente Duque, recordando a sus antecesores, ha hecho exactamente lo mismo que ellos dando prelación a los que podrían denominarse los clientes de la diplomacia. No es cierto que desde el Ejecutivo se estén haciendo esfuerzos por fortalecer la institucionalidad en materia diplomática. Contrario a ello, es evidente que se hace todo por debilitarla.
Las estadísticas sobre las que se habló toda la semana anterior son concluyentes. Se pasó de 55% de direcciones y altas posiciones del Ministerio de Relaciones Exteriores ocupadas por funcionarios de carrera, a un lamentable 33% que, en ninguna de las recientes administraciones, por desafortunadas que fueron, sucedió. Esto es, al Presidente y su Canciller les importa poco que los diplomáticos de profesión sean quienes ocupen los cargos para los que se han formado durante toda su vida. En cambio, priman los amigos, los favores políticos y el clientelismo.
Tristemente se ha hecho mucho desde las universidades para promover en los recién graduados su ingreso al concurso con objeto de formarse como parte activa del servicio exterior colombiano. Mientras, los jóvenes incrédulos insisten en preguntar si efectivamente cobra sentido dedicar la vida a un ejercicio que a todas luces castiga a quienes hacen parte de él. Es lamentable estar ante esta vergonzosa situación.