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Lucía decidió ser pediatra tras la enfermedad de una niña de 5 años que estuvo al borde de la muerte y que la mantuvo por mucho tiempo en el hospital. Un caso que recuerda con total claridad, porque ella fue esa niña. Decidió convertirse en una brújula para atravesar una de las experiencias más exigentes y transformadoras: la crianza.
La pediatra Lucía Galán Bertrand no escribe desde el consultorio, aunque ha estado en uno por más de veinte años. Escribe desde los pasillos del hospital, desde los aviones humanitarios con Unicef, desde las noches sin dormir como madre divorciada. Escribe como quien ha visto el miedo real en los ojos de miles de padres y también como quien lo ha sentido en carne propia. Por eso su libro no es una cátedra, sino una guía para acompañar.
“El gran libro de Lucía, mi pediatra” es una guía que va desde el nacimiento hasta la adolescencia. Pero no obliga a seguir un orden. Se puede leer con urgencia, buscando la página que habla del sarpullido extraño que apareció esta mañana. O con pausa, explorando cómo entender las emociones de un niño que no sabe aún nombrar lo que siente.
Ahí están las infecciones, la fiebre, las rabietas, los pañales, los partos, los primeros pasos, la pubertad, los límites, las enfermedades más comunes y las emergencias más angustiantes.
Todo. Pero también está esa otra parte que se suele cargar en silencio como padres. El cansancio, la culpa, el miedo a fallar, el dolor de criar con el corazón roto, la incertidumbre de un futuro que se construye a tientas.
Lucía no escribe solo lo que sabe. Escribe lo que ha vivido. Ha visto la infancia en su forma más vulnerable en Níger, Ucrania o Guatemala. La ha defendido y apoyado con la misma convicción en las casas de su país, España. En las aulas, en los juzgados, en las familias fragmentadas. Esa experiencia le permite dar una mirada que combina conocimiento técnico y compasión práctica. Porque saber qué hacer ante una convulsión es tan importante como no juzgar al adolescente que llora y se aísla por algo que resulta inexplicable.
En este libro hay algo más que información. Hay calma, compasión, humanidad para padres, madres, abuelos, profesores, tíos, cuidadores, familias diversas. Todos. Porque la crianza no siempre ocurre bajo el mismo techo, ni en las mismas condiciones, ni con los mismos recursos. Pero sí exige lo mismo: presencia. De cuerpo y de alma.
Eso es lo que Lucía defiende. Que ser madre o padre no es estar en todo, pero sí estar de verdad. Que la felicidad de un niño también depende de la salud emocional de quienes lo cuidan. Que no hay que tener todas las respuestas, pero sí el valor de buscarlas. Y que hay libros que no se escriben para impresionar, sino para sostener. El suyo es uno de ellos.