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Analistas 08/10/2022

No jugar con candela

Juan Pablo Liévano Vegalara
Exsuperintendente de Sociedades

Estamos ad-portas de una recesión de las economías a nivel mundial para 2023. Para muchos expertos, la recesión camina a pasos agigantados y puede empeorarse por la tendencia generalizada de los bancos centrales de aumentar las tasas de interés para controlar la inflación. En este contexto, la economía colombiana solamente crecerá 0,7% en el 2023, según lo sostiene el Banco de la República, aun cuando el Banco Mundial señala que la tasa de crecimiento será 2,1%.

Adicionalmente, si este panorama no fuera suficiente, hay que tener en cuenta que las empresas colombianas aún están en recuperación financiera de lo que significó la pandemia. Recientes informes económicos indican que las empresas tuvieron que aumentar su nivel de endeudamiento para superar la crisis de 2020, lo que es aún más evidente para las pequeñas y medianas empresas, y que es especialmente crítico en un escenario de alzas de la tasa de interés. Así, los empresarios tendrán que destinar más recursos para el pago de sus deudas, en detrimento de la acumulación de capital, la inversión, el crecimiento y, por supuesto, la generación de empleo. Si esto no fuera poco, las solicitudes de insolvencia empresarial, que en 2020 fueron aproximadamente 1.300 y que bajaron a aproximadamente 1.200 para 2021, por los buenos resultados de crecimiento económico, pueden mantenerse en ese número, inadecuadamente alto, e incluso incrementarse por el mayor endeudamiento empresarial, las altas tasas de interés, el marchitamiento del consumo y el débil crecimiento económico.

En esta coyuntura, una reforma tributaria como la que se pretende, por el monto y la forma del recaudo, es realmente inconveniente. Por supuesto que se requieren más recursos, específicamente para sanear las finanzas públicas, bajando el déficit fiscal, y financiar algunos de los programas e inversiones sociales. Sin embargo, no es hora ni hay forma de seguir gastando a diestra y siniestra, por lo que el gasto y la inversión deben ser reflexivos e inteligentes, permitiendo además que la empresa privada, como base fundamental de la economía, se fortalezca para que genere bienestar y empleo. Pretender gravar a los dividendos hasta 20% y a los patrimonios hasta 1,5% con base en el valor intrínseco no es más que un tiro en un pie para la economía y las finanzas públicas.

Como dicen por ahí, del cuero salen las correas y, por lo tanto, de los mayores dividendos que decreten las empresas saldrán los recursos para el pago del impuesto al patrimonio lo que, sin lugar a duda, disminuirá la tasa de inversión privada y la acumulación de capital, en perjuicio del crecimiento de las empresas y el empleo. Y ni hablar de lo que va a pasar con el sector minero energético y el futuro recaudo si se aprueba la reforma. En síntesis, la reforma tributaria es una verdadera reforma de decrecimiento para el sector minero energético y en general para la inversión privada. No es hora de jugar con candela, pues el que juega con ella se quema y, en este caso, una reforma como la planteada, más aún en esta coyuntura mundial, perjudicaría a toda la economía en detrimento del bienestar de la ciudadanía.

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