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Analistas 24/01/2024

Perspectivas de crecimiento en 2024 para América Latina

Juan Pablo Herrera Saavedra
Decano Facultad de Economía Universidad de Externado de Colombia

Iniciamos 2024 y vale la pena dar una revisión cuidadosa a los pronósticos de la economía mundial, a propósito de las expectativas que podrían hacerse sobre el desempeño económico en nuestra región y en el país.

De acuerdo con las proyecciones del Fondo Monetario Internacional a octubre del año pasado, la economía mundial para 2024 estaría creciendo alrededor de 2,9%, cifra notoriamente por debajo del promedio histórico de 2000 a 2019 que se ubicó alrededor de 3,8%. En el mismo sentido, aunque los pronósticos de crecimiento para Estados Unidos han estado progresivamente en notoria mejoría, con los datos recientes conocidos en empleo y desempeño de inflación, y que contrastan con la dinámica observada en la Unión Europea, al final del ejercicio mostraría en ambos casos pronósticos de crecimiento convergentes, cercanos a 1,5% finalizando este año.

Por su parte, se espera para 2024 un crecimiento de 4,2% para China, al menos antes del reporte oficial del desempeño de su economía en 2023, el cual en día anteriores fue anunciado en 5,2%, una de las cifras más bajas en la historia de crecimiento en varias décadas para la economía china, descontando el período de pandemia. Esto confirma la difícil situación que enfrenta esta economía en lo que respecta a su crítica situación del sector inmobiliario y la respectiva y sensible transmisión de este sector sobre su economía en conjunto.

Sumado a lo anterior, la dinámica del comercio mundial sigue estando afectada fuertemente por las tensiones geopolíticas observadas en el mundo. No solamente el conflicto entre Rusia y Ucrania, Israel y el pueblo palestino en la franja de Gaza, con su efecto colateral que ha originado fuertes tensiones entre Irán y Yemen, y la situación de zozobra y temor en el Mar Rojo por bombardeos y atentados hutíes, por tan solo citar algunos ejemplos. Muy probablemente la cifra proyectada hace unos meses por la Organización Mundial del Comercio, OMC, sobre la dinámica de comercio mundial, creciendo 0,8% finalizando 2023, resultará muy optimista y lejana al dato real que en algunas semanas conoceremos.

Es en ese contexto nos encontramos en América Latina y el Caribe. Una región con alta inestabilidad política y con señales muy disímiles, poco conexas entre zonas, y con dinámicas muy diferentes en lo que se refiere al desempeño económico. Es así como para el consolidado de la región se anticipa un 1,9% de crecimiento para 2024 frente a 2,2% en 2023. En el caso particular de América del Sur, la Cepal estima un crecimiento de 1,4% frente a 1,5% para este año, mientras que en el Caribe 2,6% en 2024 frente a 3,4% esperado también para 2023, obviamente excluyendo el excelente desempeño de Guyana, explicado por el boom de hallazgos de hidrocarburos fuera de costa observados en la historia reciente.

Estos datos muestran de forma consistente que 2024 será para la región un año retador, en el cual, las altas tasas de interés que aún persisten en países desarrollados y la situación fiscal en conjunto de la región dificultan acceder fácilmente a recursos de deuda, sumada a la difícil situación de volatilidad e incertidumbre de disponibilidad de insumos para el desarrollo y expansión de cadenas de valor claves en la región.

En materia inflacionaria, la Cepal augura para América Latina y el Caribe una inflación mediana de 3,2% en 2024, lo que mostraría una tendencia decreciente en este frente en comparación con su dinámica anual reciente. Sin embargo, el espacio de estímulo de crecimiento que desde decisiones de política monetaria podría tenerse, seguiría siendo aún limitada, dada la parsimonia de la desaceleración del nivel de precios en el mundo.

Para el caso de Colombia, en materia de crecimiento, el pronóstico de la Cepal apunta a que el cierre de 2023 sería de 0,9% y este año finalizaríamos creciendo a 1,7%, pronóstico realizado antes de conocer el último dato del Índice de Seguimiento a la Economía, ISE, el cual mostraría que en noviembre este indicador estaría creciendo a una tasa anual de 2,25%.

Estos datos, antes de ser motivo de celebración para el país y para la región, en conjunto, nos deben motivar a seguir estudiando alternativas que apunten al incremento en productividad de cada eslabón de las cadenas de valor, que nos permita a futuro mejorar ostensiblemente nuestra senda de crecimiento. Al fin y al cabo, sin crecimiento sostenido de nuestras economías, difícilmente podremos pensar en políticas efectivas que mejoren nuestros indicadores de pobreza, desempleo y calidad de vida de nuestra región, un tema cada vez más preocupante y frente al cual se tiene una deuda social de décadas.

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