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Tribuna Universitaria 03/03/2023

La normalización de la mediocridad

Juan Manuel Nieves R.
Estudiante de Comunicación Política
JUAN MANUEL NIEVES

En una reunión con el gremio hotelero, en la que se encontraba una pareja española, contaban con asombro que una ida a Chía duraba hora y media en apenas 30 km de recorrido. Un colombiano les contestó que en el país las distancias no se medían por kilómetros sino por tiempo de llegada. Así funcionaban las cosas.

En Colombia, y especialmente en la capital, nos hemos acostumbrado sencillamente a que las cosas no funcionen. La negligencia del Estado, las malas obras y la indiferencia se han vuelto el paisaje habitual. Una obra que está proyectada para cuatro años no tiene problema en demorarse el doble o hasta el triple. Los ciudadanos sencillamente la toleran y el encontrar una ciudad sumida en trancones, huecos e inseguridad terminan siendo normal.

Este problema de acostumbrarse a que las cosas no funcionen tiene raíces muy profundas. De un lado, está el tema cultural. Históricamente en Colombia ha habido una tendencia a la informalidad y a la improvisación, lo cual ha llevado a una falta de planificación y organización en muchos ámbitos. De otro, la corrupción y la falta de ética en el sector público y privado ha erosionado la confianza de la ciudadanía y ha generado una cultura de la trampa y el atajo.

Esta normalización de la mediocridad tiene graves consecuencias para la sociedad colombiana. En primer lugar, limita el potencial de desarrollo económico del país. En segundo lugar, genera desconfianza y apatía entre la ciudadanía, lo cual puede tener consecuencias negativas para la democracia y la participación ciudadana. En tercer lugar, genera un clima de resignación y de falta de exigencia que favorece la perpetuación de los problemas.

¿Qué podemos hacer para romper este ciclo de mediocridad? Primero, es necesario exigir más de nuestras instituciones y, sobre todo, del gobierno. La ciudadanía debe estar dispuesta a demandar transparencia, eficiencia y resultados concretos. Segundo, es necesario invertir en infraestructura y educación para mejorar la competitividad del país y la calidad de vida de la población. Tercero, es necesario fomentar una cultura de la excelencia, innovación y ética en la que se valore el esfuerzo y el trabajo bien hecho y se castigue la trampa a la cual estamos acostumbrados.

Salir del país y conocer sociedades donde los mínimos funcionan hace entender que las obras pueden desarrollarse en los tiempos estipulados y que una sociedad sí puede funcionar y trabajar alrededor del ciudadano. La vida no se puede pasar entre el sobrevivir y convivir con la violencia.
La normalización de la mediocridad en Colombia es un problema grave que puede cambiar con una respuesta activa y decidida por parte de la sociedad. No podemos seguir midiendo las cosas distinto o justificando una idiosincrasia que no funciona, si queremos construir un país más próspero, justo y democrático, es necesario romper con la inercia de la mediocridad y exigir más de nuestros gobernantes, pero sobre todo de nosotros mismos.

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