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Analistas 06/02/2024

Aquí vamos otra vez

A Benjamin Franklin, uno de los padres fundadores de EE.UU., se le atribuye la célebre frase: “no hay nada más seguro que la muerte y los impuestos”. En Colombia este refrán debería transformarse en “no hay nada más seguro que la muerte y una reforma tributaria cada dos años”. En efecto, después de la masiva reforma del 2022, ya nos quieren aplicar otra. Sin palabras. Los ministros de hacienda de Colombia lejos de ser unos estrategas financieros que propenden por el crecimiento de la economía, son unos simples áulicos del presidente de turno. Casi que su única función es darle de comer a la bestia insaciable de un estado cada vez más grande, ineficiente y corrupto.

Gracias a esta manía de meterle la mano al bolsillo a los colombianos permanentemente, el Tax Foundation ranquea a Colombia como el sistema tributario menos competitivo entre los 38 países que componen la Ocde. El primer lugar es para Estonia que, según este centro de pensamiento, es la nación que mejor cumple con los principios fundamentales de un buen sistema tributario, que son, a saber: (1) simplicidad (2) certeza (3) transparencia (4) eficiencia (5) equidad (6) justicia y (7) neutralidad. A los gobiernos colombianos poco les importan estos principios. La realidad es que el gobierno lejos de buscar dinero para invertir en aquellos activos que construyen futuro, lo que necesita es plata para fondear sus desmanes burocráticos y su máquina de subsidios.

En lo que no reparan nuestros gobernantes es que hay un punto de inflexión en los ingresos tributarios. El incremento de tasas no necesariamente aumenta el recaudo. Me explico.

Si las tasas de tributación a las personas naturales suben demasiado, al violarse los principios de equidad y de justicia, se puede disparar la evasión porque las personas podrían considerar que el aporte es excesivo para lo que reciben a cambio por parte del estado. Igualmente, si las tasas de renta a las empresas suben desmesuradamente, también podría aumentar la evasión y adicionalmente, se desincentivaría la inversión privada haciendo que cada vez haya menos empresas tributando.

Probablemente nuestros gobernantes tampoco han considerado que al final del día los impuestos corporativos los terminan sufragando las personas de a pie, porque las empresas le van a trasladar el aumento de los impuestos a los precios de sus bienes y servicios. Por eso hay expertos que señalan que el costo de todos los impuestos, llámense 4x1.000, patrimonio, dividendos, ICA, etc. terminan pagándose en la calle. Nadie va a hacer empresa para pagarle al estado la mayoría de lo que se gana. Así que impuestos altos pueden derivar en inflación.

Estamos de acuerdo en que se debe poner a pagar más impuestos a las personas naturales que a las empresas. En ese sentido se ha avanzado. Sin embargo, seguimos teniendo una de las tasas de tributación corporativas más altas del mundo a pesar de que se han aumentado los impuestos a los individuos considerablemente. Además, seguimos teniendo una base de contribuyentes muy pequeña con el prurito de que solo los ricos deben pagar. No es coincidencia que entre los países con las mayores cargas tributarias corporativas del mundo casi todos son países subdesarrollados. Entre los 10 primeros están Comoros, Suriname, Argentina, Chad, Cuba, Guinea Ecuatorial y adivinen, por supuesto Colombia.

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