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No es fácil especificar objetivos en la vida humana: no hay equilibrio estable en el universo que la especie habita, lo que hace imposible pronosticar con certeza. Aún más difícil es convenir restricciones: los individualistas tienden a subestimar la dependencia entre los humanos, que obliga a cooperar, en tanto que los partidarios de lo estatal como solución universal suelen desconocer el impacto nocivo de las burocracias en la innovación y su incapacidad para ajustar ordenamientos institucionales a realidades cambiantes.
En economía política es preciso medir el ingreso, entendido como la suma del consumo, la inversión y el gasto de gobierno, para cada ciclo solar. Este indicador de corto plazo está asociado a la generación de recursos para vivir el futuro inmediato. Sin embargo, es indispensable mirar objetivos con horizontes largos en asuntos de gran envergadura: procede el foco en pocas actividades para aprovechar ventajas comparativas relativas regionales, con incidencia en la inversión pública y el contenido de la educación. Además, es necesario reconocer la fragilidad de los planes: los cambios tecnológicos y demográficos deben reflejarse en ajustes sistemáticos.
Los gestores de empresas tienen como objetivo maximizar valor para sus accionistas, pero las oportunidades dependen en parte del desenvolvimiento general de la economía de cada localidad, región y país. La incertidumbre es fuente de encanto en la vida de los negocios, pero reto para la administración. Como no hay futuro seguro, tampoco hay certeza sobre el mejor plan de negocios.
De otra parte, las restricciones éticas a la conducta no son universales: diferentes culturas se alimentan de valores diversos. Las limitaciones legales no son constantes: suele haber rezago entre la realidad y la normatividad. Las limitaciones por capacidad financiera se pueden trascender mediante la movilización de recursos frescos de capital y deuda, pero solo hasta cierto punto: la expectativa de resultados para asignar recursos entre distintas oportunidades cambia con el contexto, a veces en forma paradójica: los países pobres pueden ofrecer ventajas en costos laborales hasta que, por haber mejorado circunstancia, se ven obligados a cambiar orientación. Esta realidad se ha manifestado con más fuerza por la globalización de la economía en el último medio siglo.
El objetivo de las comunidades tampoco se puede limitar a maximizar el ingreso futuro probable, porque hay discontinuidades por cambios tecnológicos. Así, India lideraba el mercado mundial de los textiles de algodón (con volúmenes limitados de comercio internacional) hasta que se establecieron plantaciones en el sur de EE.UU. con mano de obra esclava, y plantas industriales en Manchester, donde llegaba la fibra en bruto por ferrocarril desde el puerto de Liverpool. La industria india no pudo competir contra el procesamiento mecanizado, y se contrajo. Con el tiempo se han volteado las tortas: el subcontinente indio hoy lidera de nuevo, con integración vertical.
La menor tasa de natalidad, el aumento de la expectativa de vida y la paulatina integración cultural del mundo inciden en la preferencia entre opciones de consumo.
En síntesis, no hay plan perfecto, pero hay que hacer planes. Reglas flexibles y, al tiempo, rigurosas, con respeto por lo incierto del futuro y claridad para alinear voluntades ayudan al buen desempeño.
Una vez se termine la legislatura, encontrándose la rama en vacancia judicial, el Gobierno argumentará que el país se encuentra ante una emergencia económica y social
Este proyecto propone un nuevo pacto fiscal para la sociedad colombiana, medidas progresivas en tributación y busca reducir la desigualdad para salir del vergonzoso lugar de ser uno de los más desiguales del mundo.