Gobierno desacertado

El gobierno actual en Colombia es el más desacertado desde 1991, cuando se expidió la Constitución actual. El Presidente es desordenado en el trabajo y ha confundido gobernar con hacer campaña política desde el primer día. La conformación del equipo que lo rodea ha cambiado en exceso, pero siempre ha sido mediocre. Las propuestas al legislador han sido incompletas, inconsistentes y, en general, perjudiciales para el interés general. El número de municipios controlados por grupos armados ilegales excede 500, cuando en 2002, el peor momento anterior de ese indicador, alcanzó 468; hoy suman más de dos tercios del territorio. El número de colaboradores del gobierno central ha subido 30%, pero eso no se ha reflejado en gestión. No se han removido obstáculos para el crecimiento económico; por el contrario, se han aumentado, y no hay mejoras relevantes en lo social ni en lo ambiental. Se destruyó le sistema de salud pública en vez de arreglar sus defectos.

Los predecesores no habían sido acertados: el país hoy todavía es pobre, desigual y violento. César Gaviria, tras impulsar en 1990 cambios importantes en la economía, hoy desdibujados, jugó a la Asamblea Constituyente. El país creyó en ese momento que un nuevo ordenamiento lograría la paz, pero el producto no fue novedoso ni cumplió expectativas: se mantuvo el régimen presidencial y se acentuó el peso del gobierno central; se destruyeron el frágil sistema de partidos y el precario control interno; se formuló la posibilidad de establecer regiones pero no se materializó; en cambio, se refrendó la fragmentación territorial y se instauró la transferencia directa de ingresos corrientes a los municipios: hoy se hace a más de 800 municipios, que cobijan 90% de la población. Además, se instauró sistema penal acusatorio, con resultados discutibles. Se dio más importancia a los derechos fundamentales, pero la persistencia de elevadas tasas de homicidio pone en entredicho la eficacia de los enunciados.

El balance desde entonces es insatisfactorio. El estado creció sin eficacia desde 1993. El cuestionamiento a E. Samper motivó gasto desbordado para conservar el poder, lo cual condujo a contracción económica bajo A. Pastrana, cuya inacción facilitó el crecimiento de las Farc. El primer año de A. Uribe fue muy promisorio y el progreso sostenido en la recuperación de territorio y la economía fue innegable, pero el foco en la prórroga del mandato desdibujó el resultado. Durante los primeros cuatro años de J. M. Santos hubo recursos sin precedentes por los altos precios del petróleo, y no se aprovecharon; en los segundos cuatro años, se desmovilizó la base de las Farc, pero no se ocupó el territorio desalojado. I. Duque perdió la confianza del país desde el principio por obstinación en propuestas impopulares, lo cual facilitó la victoria de G. Petro.

Hoy hay 100 aspirantes al solio de Bolívar. No hay certeza de elecciones libres, porque el desorden público puede impedirlas, ni de respeto por el resultado: el Presidente tiene sesgos monárquicos. El grupo que lo rodea aspira a permanecer en el poder, con serio riesgo de empeorar la gestión pública y de empobrecimiento masivo. Es momento para todos de pensar en grande, concertar verdaderos cambios, y ajustar procesos públicos básicos y estructuras, para que el estado sí funcione y haya oportunidades para todos. Hay métodos establecidos para la tarea ¡Adelante, Colombia!