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Analistas 07/07/2019

Natalidad y longevidad

Germán Eduardo Vargas
Catedrático/Columnista

Viendo nuestro accidentado censo, recuerdo que Ocasio-Cortez -la congresista más joven de la historia estadounidense-, preguntó, “¿aún está bien tener hijos?”. Estafa piramidal, los empresarios necesitan más población (y años de vida), aunque en términos marginales estimen decreciente su utilidad e insostenible su costo.

Finalizada la II Guerra Mundial, la población aproximaba 3 millardos; para final de este siglo, proyectan 12. La primera generación se denominó “baby-boomer”; la X tachaba matrimonios, la Y representa descendencias bifurcadas, y la última tendría “Z-ero babies”. Pese a esta tendencia, es irreversible la depredación de los recursos no renovables, a causa de la sobrepoblación.

Este fenómeno, denominado Influencia Antropogénica, fue delineado en los Límites del Crecimiento (1972), y, en Climate Mitigation Gap (2017), proponen contraer la natalidad para salvar a la humanidad. Sin embargo, también es necesario ponderar el impacto de la longevidad, que se prolonga hacia una Cuarta Edad.

Disonancia Cognitiva, ese progreso de la medicina difiere de la involución socioeconómica. La Esperanza de Vida exhibe correlación positiva con la Ansiedad, Depresión y Desgaste (burnout), pues las entelequias que revitalizaron la posguerra -Estado de Bienestar, Sueño Americano o «Holy»wood-, pusieron precio a la inestabilidad familiar, el abandono y la inseguridad social.

Emergentes demográficos (Families in a Changing World. UN Women, 2019), los solitarios ‘nee’ no pueden estudiar ni encontrar (su primer) empleo; las parejas ‘dinki’ se mantienen sumando salarios y renunciando a tener hijos; los embarazos juveniles, aunque no deseados, son alabados porque “un hijo es una bendición”, y los hogares uniparentales, que también adolecen incapacidad para sostener y cuidar adecuadamente a un menor, son investidos como héroes: apologías del fracaso matrimonial, familiar y social.

La planificación y prevención siguen siendo evadidas por el amor libre y la promiscuidad (placer doloso, 4 de 10 pruebas de paternidad son negativas); los mitos de masculinidad y feminismo, y la ignorancia o vergüenza selectiva en torno a las opciones disponibles para protección y anticoncepción. Conexos, las ETS, la práctica no calificada de abortos, y los suicidios fallidos, son problemas de salud pública.

No obstante, la mayoría se persigna, como si no conociera casos cercanos -libertinos, accidentales o ultrajados-, y censura las alternativas porque “la vida es sagrada” (aunque carezca de dignidad). De dioses a animales, creadores de la pobreza, el turismo sexual, la guerra y el desequilibrio ecológico: ¿Qué sentido tiene penalizar a un bebé por su imprudente ascendencia? ¿Qué propósito tiene prolongar artificialmente la existencia de quienes voluntariamente piden terminar su agonía o muerte en vida? ¿Por qué no regular la esterilización?

Mientras la economía se humaniza, combinando medidas Pro-Vida y Pro-Familia, y descriminalizando el Aborto, la Eutanasia y el Suicidio Asistido, eduquemos en autoestima, asertividad afectiva, cuidado de la mente y respeto del cuerpo. No Basta, reflexionó un cantautor venezolano, cuyo mensaje los invito a escuchar.

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