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Analistas 07/09/2021

Alter ego laboral (& presencial)

Germán Eduardo Vargas
Catedrático/Columnista

Durante la infancia, cuando se disfrazaba o jugaba, era normal que cambiara su visión, identidad o comportamiento. Ahora, ¿cuáles alter ego incuba en su trabajo?; ¿su misión es noble?

La esquizofrenia afecta a los dirigentes políticos, empresariales y sindicales, porque viven aislados de la realidad de los ciudadanos, clientes y trabajadores. Por eso pensamos que sus intervenciones carecen de lucidez; paradójicamente, aprendemos a llevarles la corriente. Incluso, algunos optan por convertirse en sus «mini-me».

Nuestros equipos de trabajo también anidan guiones; así de complejo es el entorno laboral, donde actuamos en obras simultáneas. Verbigracia, muchos empleados se desdoblan buscando trabajo como citas en línea, para reeditar concursos de selección que parecen realities, reinados de belleza o historietas de ciencia ficción, donde proyectan personajes, máscaras o superpoderes, ante quienes gritan en silencio la dantesca consigna: “abandone toda esperanza si entra aquí” (Divina Comedia, Canto III).

Efímera, la luna de miel empieza bajo control. Las partes intentan no ser incoherentes o parecer sobreactuadas. Además, mientras los nuevos asimilan los rituales y ceden a la presión social, para mimetizarse (Efecto Asch), por azar, conveniencia o afinidad, integran bandos que determinan su evolución en ese caótico sistema organizacional, tan caprichoso como el clima o el Dilema del Prisionero.

En este contexto, un «juego» es una situación conflictiva donde puede haber agendas ocultas. Por eso las jornadas son tan desgastantes; ser genuino es un riesgo, por temor a las microagresiones o represalias, y la rutina termina reflejando síntomas del Desorden de Personalidad Múltiple, que está asociado a la Ansiedad y la Depresión: ese es el tridente del infierno ocupacional.

De hecho, las organizaciones están ornamentadas como clínicas; nuestro comportamiento resulta ajeno entre sus cubículos laberínticos, y los uniformes parecen camisas de fuerza (no artefactos morales). Ahora, contraste lo ocurrido desde el gran confinamiento: lidiando con el Trastorno por Estrés Postraumático, impuesto por la pandemia, el trabajo en casa alteró nuestra relación con el entorno laboral, y muchos creen que juegan de local.

Entonces, si contempla la alternativa de regresar a la presencialidad, tenga en cuenta la necesidad de gestionar ese cambio. Igual, valore el tiempo que tradicionalmente desperdicia en desplazamientos, y el estrés asociado a la congestión. También el descanso de la convivencia organizacional (pasivo-agresiva), y las ganancias que, en términos de Diversidad, Inclusión y Pertenencia, ofrece la adecuación del «ambiente» laboral en casa.

El ideal sigue siendo el mismo: depurar a los parásitos laborales y lograr que cada empleado ofrezca lo mejor de sí, especialmente cuando nadie lo observa. En cualquier caso, no desestime la virtualidad, pues, en la «antigua» normalidad, muchos se sentían oprimidos o querían pasar inadvertidos. Acaso algunos aprovecharon la oportunidad de conocer a otros como personas, e interactuaron con las solitarias o ruidosas vidas de las que huían, mientras se escondían entre las oficinas.

Termino homenajeando a Belinda, heroico alter ego de quien inspira un constante renacimiento, y tiene el poder de animar a otros, a partir de su vitalidad y solidaridad.

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