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Tengo la impresión de estar en un callejón con todos sus efectos. Luz escasa, baches, ruidos extraños. El aire no es irrespirable pero la incertidumbre domina el ambiente. La concurrencia esta dividida entre quienes desean salir del caos, sanos y salvos, y quienes evocan la asfixia para prorrogar el negocio de especular con el oxígeno en la era del cambio climático.
Colombia entró al túnel de la mano de la indolencia y la irresponsabilidad de quienes han dirigido sus destinos. Avanzamos, reclaman los viudos del poder. No lo suficiente, replica medio país que resolvió ensayar fórmulas no patentadas de convivencia ciudadana.
Las nuevas izquierdas que se toman el poder en Latinoamérica son un invento inconcluso de quienes militaron en la izquierda revolucionaria, marxista-leninista, que arrió sus banderas cuando los europeos, aupados por curas reformistas, derribaron el muro de Berlín para instaurar el liberalismo en un mundo unipolar devoto del mercado. Los rebeldes frustrados se refugiaron en el racionalismo de la razón y en la razón del racionalismo para construir, en homenaje a las doctrinas comunistas y cristianas, el ideario del amor al estilo de Lovaina, con sello post conciliar romano, más cerca de Hábermas y de Camilo Torres que de los bolcheviques.
Petro es la expresión de unos ideales, sin derechos de autor, que piensa, elabora y sueña con un modelo que genera interrogantes y especulaciones sin fin. El inicio de su Gobierno es un frasco de anzuelos al mejor estilo de sus mayores que pescaron en el Caribe y no en Zipaquirá donde también hay sal, pero de mina. Dos hitos marcan, en mi concepto, la posición de un hombre que conoce la humildad y la practica, pero que no es ajeno a la soberbia como la define Unamuno. En la asamblea de la Andi vimos al Petro conciliador que otorga credibilidad y confianza. Explicó a los industriales, que sin su concurso sería imposible alcanzar el sueño de productividad y desarrollo con equidad. Ahí se vió que hay Presidente. Ha estudiado, ha ensayado, ha analizado éxitos y fracasos próximos y lejanos. La calle y los libros inspiraron sus postulados y las propuestas que le niegan el reposo.
En contraste, el encuentro con la Banca fue un encuentro no deseado. Ahí ni hubo credibilidad ni hubo confianza. Casi entre dientes, como suele hacerlo el Presidente, les notificó que estaban ignorando realidades, pues los verdaderos banqueros del gota-gota imponían su ley, con revólver, en las calles de Colombia. Ni siquiera los exhortó a cambiar. Como en la Babel de la biblia, nadie entendió a nadie pues se hablaron idiomas diferentes.
Lo que pasó en Cartagena está pasando en el nuevo Gobierno. Petro tiene el guión, pero no tiene los intérpretes y esa es su debilidad. Se arriesga a tener socios indeseables esperando que, al ofrecerles su confianza, fácil de obtener, puedan disfrutar de su credibilidad, que los pone a prueba, hasta que el espejo diga lo contrario, porque los presidentes no tienen confidentes absolutos. Espero que esos personajes, cuya presencia en la era del cambio nadie entiende, resuelvan el enigma, renunciando a su pasado, y consagrándose a merecer la franquicia, que el jefe de Gobierno les ha otorgado, para que sea creíble su conversión o fracasen en el intento y regresen a lo suyo.