Analistas 12/08/2025

¿Fin de las remesas?

Carlos Ronderos
Consultor en Comercio y Negocios Internacionales

Lo corrido de 2025 muestra un duro contraste entre dos realidades latinoamericanas: mientras Colombia y los países centroamericanos celebran el alza considerable en sus flujos de remesas, México vive una contracción.

En junio de este año, los ingresos por remesas en México cayeron 16,2% respecto al mismo mes del año anterior, registrando apenas US$5.201 millones lo que se constituye en la caída más significativa de la última década. No es un hecho aislado, sino una tendencia que se venía haciendo sentir con una contracción de 12,1% en abril y de manera agregada el primer semestre de este año mostró una caída de 5,6% con respecto a 2024 para un total de US$29.576 millones.

Esta contracción se explica en parte por la fuerte política migratoria impuesta por la administración Trump, y en parte por la antigüedad de esa migración que ya empieza a perder vínculos con su país. Y si bien esos ingresos pueden significar un golpe para familias pobres que recibían estos dineros a nivel macroeconómico no pesa tanto como en los países centroamericanos y en Colombia. Los ingresos por remesas en México suman algo menos de 10% de lo que recibe en exportaciones y una cifra similar a lo que recauda por turismo.

Situación bien diferente está viviendo Centroamérica ya que mientras en mayo Guatemala recibió por remesas US$2.281 millones, lo que significó un aumento de 15,2%; Honduras recibió US$1.055 millones (+19,1 %); y El Salvador, US$899 millones (+17,7 %). En el primer trimestre de 2025, toda la región sumó remesas por US$15.153,8 millones, con un aumento interanual de 18,7% con respecto al mismo período de 2024.

A diferencia de México estos flujos son vitales para las economías centroamericanas ya que llegan a representar más de 20% del PIB en Guatemala, Honduras y El Salvador. La explicación para este gran incremento está en que la última gran ola migratoria que se vivió en la administración Biden, estuvo compuesta primordialmente por nacionales de estos países.

Colombia al igual que Centroamérica ha tenido unos buenos años en esta materia ya que en 2024, las remesas fueron de US$$11.848 millones lo que significó un crecimiento de 17,4%, y en los dos primeros meses de este año tuvo ingresos por este concepto de US$2.041 millones con un crecimiento de 11,75%.

Un 25% de estas remesas provienen de España lo que hace a Colombia menos vulnerable frente a la política migratoria de EE.UU., pero lo que está pasando en México es una señal de alarma ya que estas divisas actualmente tienen un gran peso en la economía convirtiéndose en el primer renglón de generación de divisas.

Esta bonanza de remesas no durará en el tiempo (como ya nos demuestra México) y, por el contrario, tenderá a agostarse con el tiempo pues la siguiente generación de migrantes no tendrán un vínculo tan estrecho con su país de origen y probablemente ya no tengan una persona mayor a la que sostener en el país y deje de enviar estos dineros. Por otra parte, los países ricos están viendo con preocupación esas salidas de capital y ya por lo menos en EE.UU. a partir del año entrante empezará a gravar con un impuesto esas remesas como quedó consignado en el “Big and Beautiful Bill”.

Esta son razones más que suficientes para que el Estado diseñe mecanismos que permitan que ese ingreso se convierta en inversión y tenga un efecto dinamizador mayor que el que actualmente tiene fomentando el consumo.

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