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Analistas 17/04/2018

¿9 de abril, la génesis?

Carlos Ronderos
Consultor en Comercio y Negocios Internacionales

La semana pasada se conmemoraron 70 años del 9 abril de 1948, fecha en la cual asesinaron al dirigente liberal Jorge Eliécer Gaitán. La prensa escrita y hablada dedicó tiempo y espacio a lo que se conoce como “el Bogotazo” y al análisis de cómo encaja este hecho violento (uno más) en nuestra historia contemporánea.

Lo primero sea decir que si bien con el asesinato de Gaitán fue en Bogotá donde más se hizo evidente la rabia del pueblo, existieron levantamientos en otros sitios del país, siendo notorio el de Barrancabermeja, donde los líderes sindicales del Río Magdalena se tomaron la alcaldía, y a diferencia de Bogotá, donde la rebelión se transó en un encuentro de los líderes liberales con el presidente Ospina, allí ejercieron poder.

Es que Gaitán, si bien era bogotano y en el recuerdo de la gente están sus grandes manifestaciones en la Plaza de Bolívar y la Plaza de Toros, era un líder nacional que defendía la organización sindical y, como bien se sabe, denunció y llevó al Congreso los atropellos de la fuerza pública que provocaron decenas (¿cientos?) de muertos con ocasión de la huelga de los trabajadores de la United Fruit Company. Ese liderazgo nacional no solo fue el resultado de sus luchas a favor de los trabajadores y los sectores más desvalidos de la población, sino de que encarnó también la angustia que el país vivía por una violencia que para el 9 de abril de 1948 ya era generalizada.

Escuché y leí a algunos analistas políticos y periodistas hablar del 9 de abril como la “génesis de la violencia en Colombia”; violencia, que, según estos analistas, cerraba su ciclo con el actual proceso de paz. Siendo partidario del proceso, encuentro esta versión como un intento innecesario de justificar el proceso de paz partiendo de verdades a medias.

La Violencia (como se le conoce a este período de nuestra historia) liberal-conservadora ya era generalizada cuando se sucedieron los hechos del 9 de abril. El 7 de febrero de ese mismo año, dos meses antes de la fecha trágica, Gaitán convocó la Marcha del Silencio como un clamor para que cesara la violencia contra las bases liberales por parte de autoridades. En esta ocasión, Gaitán pronuncio su célebre Oración por la Paz, cuyo aparte más conocido dice: “Señor Presidente: Os pedimos que no creáis que nuestra tranquilidad, esta impresionante tranquilidad, es cobardía. Nosotros, señor Presidente, no somos cobardes: somos descendientes de los bravos que aniquilaron las tiranías en este piso sagrado. Pero somos capaces, señor Presidente, de sacrificar nuestras vidas para salvar la tranquilidad y la paz y la libertad de Colombia”.

Como es evidente en estas palabra del caudillo, lo que se vivía en estos momentos no era la génesis o despertar de una violencia, sino la cúspide de la misma. Una violencia que en menor grado había empezado con los gobiernos liberales en la década de 1930, y que cerró su ciclo con el Frente Nacional.

Por el contrario, las guerrillas comunistas surgen como respuesta a la intolerancia del régimen que acordó compartir el poder entre liberales y conservadores, dejando toda otra expresión política por fuera del ejercicio democrático (Farc, M19), y a las expresiones locales de la Guerra Fría (ELN). Si bien es imposible deslindar un periodo de otro, el Frente Nacional pretendió cerrar el ciclo de violencia contra el que lucho Gaitán, mientras que la violencia actual tiene otra dinámica, que en parte está asociada al narcotráfico y que tristemente no se ha cerrado.

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