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Analistas 11/02/2023

El mercadeo más efectivo

Carlos Fernando Villa Gómez
Consultor de Mercadeo

Una de las preguntas más comunes sobre los planes de mercadeo se refiere a cuál es la mejor estrategia para lograr los objetivos y alcanzar los éxitos esperados. Y lo peor es que quienes eso preguntan esperan una respuesta a tal inquietud. Los más eruditos han respondido siempre con la sabiduría que han demostrado: “cumpla siempre lo que promete y facilite las cosas”.

Cuando se da una mirada a los planes de mercadeo de muchas organizaciones, se puede notar que han sido elaborados con rigurosidad académica, que no es aconsejable, siendo ello una de las causas por las cuales la mayoría no son efectivos. Primero, lo complicados para ser entendidos y obviamente para ser implementados, con exceso de análisis (matriz dofa y sus cruces complicados, inoficiosos y por tanto inentendibles), la cantidad de objetivos imposibles de lograr y la multiplicidad de “estrategias”, haciendo casi que imposible que se den las cosas. Es mucho más práctico y mejor pocos objetivos, una estrategia general y acciones sencillas, para todos, pero realizables que permitan lograrlos. Como si fuera poco, lo que se dice en la publicidad y las comunicaciones en general, que cada día parece ser más complicado de entender, y las promesas que no se cumplen sumado a la tramitomanía exagerada e innecesaria de muchos procesos, hacen que se dé un mercado inestable, insatisfecho y dispuesto a probar nuevas alternativas.

Si se leen las misiones y visiones (casi todas iguales y generosamente decorativas), se podrá comprobar lo que decimos, tanto para el mercado interno como para el externo.

Uno de los fines del mercadeo moderno es facilitar las cosas; pero parece que se entendió al revés, porque las confusiones y complicaciones son cada vez mayores y más.

Simplemente como ejemplos de promesas que no se cumplen basta citar las que desde hace tiempo se observan: crédito fácil, trato personalizado, satisfacción garantizada o la devolución de su dinero, realización, promoción de aniversario, los precios más bajos del mercado, todo a tiempo, los horarios, el cliente es nuestra razón de ser etc., etc., etc.

De otra parte, hacer las cosas fáciles para el cliente no significa descuidar ni dejar de controlar. La cantidad de exigencias y requisitos para transacciones que pueden ser sencillas, pero que son repetidas, y tantas que se dan, haciendo de los procesos algo tedioso, convirtiéndoles en lo que algunos hemos llamado “burocracia mercadológica”. La tramitomanía que cada vez parece ser mayor, formularios excesivamente largos con preguntas y requisitos inoficiosos y hasta ridículos causantes de desconfianza en el mejor de los casos, si no pérdida de clientes, es lo menos que puede esperarse.

Por lo anterior, es menester, indispensable y sencillo cumplir lo que se promete y facilitar las cosas sin descuidar los controles. Se da pues una gran oportunidad de atraer nuevos clientes y, ahí sí, además, lograr una buena dosis de fidelización que tanto preocupa a las directivas en un mundo complejo como el actual.

¿Será acaso que se está fallando desde el interior de las organizaciones, y que todos estamos sufriendo las consecuencias de la desconfianza, la negatividad y el descontento existentes entre las partes, es decir entre empleadores, empleados, proveedores y mercados? Entonces, también es problema de selección de personal y proveedores, además de la segmentación de los mercados.

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