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Analistas 26/06/2023

El mundo, nigeriano

Brigitte Baptiste
Rectora de la Universidad Ean
La República Más

Según las proyecciones demográficas de un equipo de investigadores de la U. de Washington, antes del final de este siglo Nigeria tendrá la segunda población más grande del mundo, incluso por encima de China, que para 2070 tendrá, además, una mayor cantidad de gente por fuera de la fuerza de trabajo que trabajando: como en la mayoría de países, los robots o el metaverso quedarán a cargo del geriátrico en que nos convertiremos. La economía del bienestar pensional se viene abajo cuando la tasa de reemplazo de la población, envejecida, hace que por cada adulto mayor no haya cinco sino dos o menos jóvenes aportando a su sostenimiento. Pero lo más grave del colapso demográfico humano, ojalá positivo para la biodiversidad, es la pérdida de ideas frescas más que de fuerza laboral.

Nigeria es un país sorprendentemente similar y afortunadamente diferente a Colombia. No solo su posición en la zona ecuatorial, combinada con la presencia de grandes montañas a su interior (aunque no hay páramo), le proveen una gran heterogeneidad ambiental, sino que posee un gradiente de formas de vegetación que van desde las densas selvas del sur hasta los desiertos más áridos del norte (saharianos), pasando por toda una gama de ecosistemas más o menos estacionales como nuestro Caribe y región Orinocense. Posee un par de grandes ríos, el Níger y el Benua, que configuran valles internos de gran trascendencia social y económica, y un delta de manglares sobre el Atlántico. ¡Incluso tienen inselbergs como los de Inírida! Y por supuesto, ciudades en trancón perpetuo, políticos corruptos, contaminación y cosas especiales como Nollywood y un premio Nobel de literatura.

Su tamaño, así como su diversidad cultural son similares a los de Colombia, aunque buena parte de nuestra población y tradiciones proviene de los pueblos originarios Yoruba, Edo e Igbo. Ambos países hemos sufrido los embates del colonialismo, resultando en el reconocimiento de los idiomas invasores como el vehículo de integración, entre otras cosas. Nigeria es hoy día más rural que nosotros y miti/miti musulmana y cristiana, siendo antes más animista, como en la América prehispánica. También depende del petróleo en su economía, por lo cual experimenta los mismos dolores que nosotros en la discusión acerca de la balanza comercial, la transición energética y la producción de alimentos. Los turistas, como acá, visitan playas y lugares patrimoniales con temor a la inestabilidad política, pero maravillados por la diversidad. Y si a la comunidad Lgbtiq+ le va muy mal (la homosexualidad está penalizada), hay una práctica ancestral Igbo en la que las mujeres, para controlar el exceso de poder masculino, se les “sientan encima”.

Si algún despistad@ nigerian@ lee por casualidad esta columna (abrazos a Chimamanda y Miss Sahara), pensará que estoy lagarteando viaje, y no le faltará razón: la misión vicepresidencial a África, que ojalá consolide las relaciones diplomáticas, culturales y comerciales con los países visitados, pasó por encima. Hará falta resarcir la falla, ojalá a partir del establecimiento de una mejor conectividad aérea con Abuja o Lagos. En medio de la transición demográfica de la humanidad, se abren caminos extraños de hermandad, porque Colombia también es nigeriana.

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