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Analistas 03/05/2023

El delirio revolucionario

Andrés Felipe Londoño
Asesor en transformación digital legal de servicios financieros

Llevamos un parto de nueve meses de gobierno populista, que bajo la bandera del “Cambio” se ha caracterizado por amenazar diariamente a los sectores productivos, improvisar regulaciones que agravan los problemas que pretenden solucionar, producir intrigas de anti liderazgo purgando a quien ose pensar críticamente, incumplir promesas imposibles de campaña, tomarse el aparato estatal nombrando funcionarios sin cualificaciones suficientes por doquier, tapar escándalos de corrupción familiar impunes y, en general, producir zozobra en los colombianos. Una vez más, pero ahora a escala nacional, el conocido revolucionario traduce sus promesas de utopías colectivistas en improvisación, caos e ineficacia.

Los efectos son evidentes: El Índice de Confianza del Consumidor refleja un pesimismo creciente, únicamente comparable con el de mediados de la pandemia de covid-19 (-28,5% hoy v. -32% en julio 2020). Según la última encuesta de Invamer, 73% de los colombianos siente que la situación en el país está empeorando, dejando atrás por abismal diferencia 48% que pensaba lo mismo al inicio de este gobierno. En línea con el sentir de la gente, las expectativas de crecimiento económico del país este año siguen reduciéndose día a día. La Ocde ya va en 1,2%, el FMI en 1% y el Banco de la República en 0,2%. El esfuerzo diario de destrucción está rindiendo sus frutos y los colombianos debemos dejar de normalizarlo.

Los delirios del revolucionario suelen terminar en desastre. El icónico Che Guevara es recordado en Cuba como un fracaso en sus roles como gerente del banco central y ministro de la Industria, debido a la mezcla de su improvisada implementación de ideas extremistas, su apego a la planificación centralizada, su estilo autoritario y su nula capacidad gerencial.

Mao Zedong mató de hambre a aproximadamente la misma población actual de Colombia por su terca puesta en marcha de su reforma agraria llamada el “Gran Salto Adelante” que destruyó la producción y distribución de alimentos en China. El sueño colectivista del Khmer Rojo en Cambodia condujo a la muerte de 1,7 millones de personas. Y el socialismo del siglo XXI de Chávez y Maduro logró que más de 20% de la población actual de Venezuela haya huido del país como consecuencia de la miseria ocasionada por la dictadura amiga de nuestro gobierno del cambio.

Los colombianos debemos rechazar estos impulsos revolucionarios antes de que se profundicen sus nefastos efectos. La hipocresía, la conveniencia y la indiferencia del ciudadano deben dar paso a una firme oposición al violento discurso del presidente Petro contra la democracia representativa, contra los frenos y contrapesos de nuestro Estado de Derecho y contra los que pensamos diferente. No debemos sucumbir ante el chantaje del extremismo político que ve al país dividido entre dos bandos imaginarios: el pueblo oprimido y la élite corrupta.

Debemos unirnos para rechazar enérgicamente el odio fomentado y los atajos prometidos del populismo y retomar el camino lento del cambio gradual del debate democrático, impulsado por la idea de un Estado eficaz, eficiente y limitado, la soberanía y el orden como base para vivir y progresar, y un sector privado productivo y pujante en un ambiente de intensa competencia que premie el esfuerzo y la innovación. No más delirios revolucionarios.

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