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Analistas 15/09/2018

Crisis y oportunidad

Amylkar D. Acosta M.
Docente de la Universidad Externado de Colombia

No son pocas las barreras con que han tropezado las fuentes no convencionales de energías renovables para su integración a la matriz energética en Colombia.

A lo largo de estos 24 años que han transcurrido desde que se expidió la Ley eléctrica, Colombia ha contado con un Sistema eléctrico robusto y confiable, de clase mundial. Según el Foro Económico Mundial, su arquitectura lo sitúa en el 8º lugar entre 127 países. Pero estamos ante el riesgo de la autocomplacencia y tentados a permanecer en esta zona de confort. Y ya se nos vino encima, de la mano de la Transición energética que se está dando en el mundo y de la cual Colombia no se puede sustraer.

El Sistema eléctrico colombiano depende en más del 70% de la generación hídrica y esta, que es su fortaleza, se ha convertido en su talón de Aquiles debido al cambio climático.

Se impone, entonces, la necesidad de recomponer y diversificar aún más de lo que ya está la matriz energética, desarrollando el gran potencial con que cuenta el país en Fncer (Fuentes No Convencionales de Energía Renovable). Estas no vienen a sustituir, sino a complementar la generación de origen hídrico o térmico, fortaleciendo de esta manera la confiabilidad, la firmeza y, sobre todo, la resiliencia ante situaciones de hidrología crítica como la que se avizora con el inminente fenómeno de El Niño.

Además, estamos ante un riesgo de marca mayor debido a que la entrada en operación de Hidroituango, que representa el 16% de la toda la capacidad instalada del país, tendrá un retraso por lo menos de 2 años.

Esta crítica situación, que estresará al Sistema en los próximos dos años, se constituye en la oportunidad precisa para que las Fncer, que tienen en la Ley 1715 de mayo de 2014 su mayor punto de apoyo y apalancamiento, vengan en auxilio del Sistema y evitar así un eventual racionamiento.

Con la expedición del Decreto 0570 del 23 de marzo de 2018 se desató el nudo gordiano y se le zafaron las amarras que frenaban los proyectos de generación de energías renovables no convencionales, al posibilitar los contratos de largo plazo y de paso el cierre financiero de los mismos.

De hecho, el saliente Ministro de Minas y Energía, Germán Arce, antes de irse, dejó firmada las resoluciones 40721 y 40795, las cuales dieron vía libre para que en enero próximo se realice la subasta de 3.443 GWH, equivalente a 1.000 MW de potencia instalada, aproximadamente, por parte de la Upme.

Como es bien sabido, el mayor potencial de esta la ofrece La Guajira y con la adjudicación al Grupo Energía Bogotá tanto de la Estación Colectora en Uribia, como la línea de transmisión hasta la Subestación de Cuestecitas, para inyectar esa energía al Sistema Interconectado Nacional (SIN), se removió el último obstáculo para su desarrollo y aprovechamiento.

Vale decir que este es un seguro frente a eventuales contingencias atribuibles al fenómeno de El Niño, dado su carácter contracícilico, toda vez que en las temporadas de verano y sequía es cuando se tiene mayor radiación solar y los vientos son más intensos.

Ya el Ministerio de Minas y Energía, apoyándose en la Ley 1715, había expedido la Resolución O30 del 26 de febrero de 2018, encaminada a facilitar que tanto los hogares como la industria y el comercio puedan generar su propia energía para atender sus necesidades y, lo que es más importante, puedan comercializar sus excedentes.

Con esta medida nace un nuevo agente del mercado, el PROSUMIDOR, empoderando al usuario, que deja de ser sujeto pasivo en la cadena para ser mucho más proactivo de lo que es hoy, interactuando con el prestador del servicio. Y de paso, contribuye también a la promoción de la llamada “generación distribuida”, para poder darle cobertura a los más de 400.000 hogares que carecen del servicio de electricidad.

No han faltado las críticas de quienes ven en las Fncer una amenaza para las empresas generadoras ya establecidas y posicionadas en el mercado. Se teme por parte de quienes no ocultan su renuencia ante el avance de las mismas que, por cuenta de esta subasta terminemos sobreinstalados y a consecuencia de ello se depriman los precios de la energía, comprometiéndose la estabilidad financiera de los actuales operadores del mercado.

Recordemos que en vísperas del apagón de 1992-1993 no faltaron quienes alegaban lo mismo y después vinieron las lamentaciones.
En lugar de la rapiña por hacerse a una tajada del estrecho mercado de electricidad con que hoy contamos, hay que trabajar por su ampliación. Este mercado tiene mucho para dónde crecer.

En Colombia la electricidad participa a duras penas con el 17% del consumo final de energía; a guisa de ejemplo la industria en Colombia depende en un 80% de las energías de origen fósil, supremamente contaminantes. Por lo tanto, el reto es electrificar la economía y de esta manera habrá espacio suficiente para todos, tanto para los actuales como para los nuevos jugadores que entren al mercado. ¡Este es el desafío!

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