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¿Qué puede esperar la sociedad civil colombiana y la institucionalidad pública, por parte del gobierno central, en los estertores del último año de “ejercicio” presidencial?
El realismo indica que el gobierno central ofrecerá hostilidad como doctrina, cinismo como ética, amenaza como método e insulto como práctica comunicativa.
No hay que hacerse vanas ilusiones con un panorama menos gris; es clave recordar que “no hay desilusión mala, porque no hay ilusión buena”.
Será un año de hostilidad contra las expresiones de autonomía tanto de la sociedad civil como de las instituciones públicas nacionales y territoriales.
La autonomía de gremios, sindicatos, universidades, iglesias, cámaras de comercio seguirá siendo amenazada sistemáticamente.
La autonomía del Congreso será objeto de reiterados ataques y desconocimientos. Los pronunciamientos de las altas Cortes serán desoídos y desacatados y los organismos técnicos del Estado sometidos con agendas ideológicas.
Defensoría, Registraduría y organismos de control serán objeto de ataques por ser diques ante los ímpetus autocráticos del gobierno.
La autonomía de gobiernos municipales y departamentales será reiteradamente socavada con repetidos gestos como los que se vieron el sábado pasado en la Alpujarra en Medellín.
El saboteo del gobierno central a iniciativas locales y regionales será continuo y se desconocerá irrespetuosamente el papel de alcaldes y gobernadores como expresión de la institucionalidad estatal en los territorios y como protagonistas de la cohesión nacional.
La cascada de escándalos continuará y el cinismo será el estilo característico de la ética gubernamental para salir al paso.
Seguirán amenazas al ordenamiento jurídico colombiano.
Buscarán, por vías de hecho, imponer la tal asamblea “populista” constituyente; ya hay voceros del gobierno haciendo malabarismos jurídicos para dar la sensación de apego al estado del derecho. Replicarán lo que hizo Maduro en Venezuela en el 2017.
El insulto será permanente para las voces de oposición; los hostigamientos serán comunes; a quienes no piensen como ellos quedarán “borrados”, expresión que no se agota en el sentido metafórico de la palabra, pues ya se ven las acciones criminales emanadas de esas sórdidas prácticas discursivas.
El gobierno central entregará un Estado cada vez más prepotente con el ciudadano e impotente con corruptos y violentos.
Empresarios y gremios, trabajadores y sindicatos independientes, son objeto de estigmatización permanente.
En medio de este escenario agreste, enhorabuena, también afloran voces iluminantes, liderazgos valientes, iniciativas civiles edificantes, alianzas políticas de buena voluntad. Empresarios y trabajadores con sus gremios y sindicatos se hacen escuchar. Emergen expresiones de desobediencia civil pacífica. Es clave la convergencia de estas acciones, evitar la dispersión y exigir, a las instituciones públicas, el apego a la constitución y la ley.
La desesperanza es funcional a los autócratas; no hay que darles gusto cayendo en ese sentimiento.
Hay personas y organizaciones con miedo y ello es comprensible, lo clave es no dejarse aterrorizar porque ello alimenta al terrorismo de Estado.
En juego la sostenibilidad democrática de Colombia.
El alto aumento del SM, como afirma el gobierno, incrementa la demanda agregada y, junto con el desborde fiscal, ha generado presiones inflacionarias inmanejables
No basta con utilizar la tecnología de manera instrumental o reactiva; es necesario aprender a integrarla estratégicamente para generar beneficios educativos
El primer daño es el tránsito de la búsqueda genuina de la verdad hacia la imposición de la posverdad, donde los hechos dejan de importar y son reemplazados por narrativas conveniente
