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Analistas 02/09/2023

El virus supremacista

Alfredo Sarmiento Narváez

Es un hecho tangible que en la cotidianidad colombiana, la comunicación social y política, en escenarios privados y públicos, profanos y sacros, ha desarrollado altos y dañinos grados de toxicidad, suspicacia, aprensión, que dificultan la posibilidad de consolidar una comunidad de propósito como país y de alcanzar una comunión de sentido como nación.

Ese fenómeno se ve profundizado y agravado por lo que se puede llamar el virus supremacista, virus que lleva a diversas personas, o grupos de personas, a presumir una actitud de superioridad arrogándose para ellos la propiedad exclusiva de nobles propósitos y virtudes, dejando a los otros, los que piensan y actúan de una manera diferente, la encarnación de vicios y propósitos contrarios a los que los supremacistas predican como suyos.

Explico con ejemplos: hay en Colombia sectores supremacistas de la paz, de la verdad, de la memoria, de la seguridad, de la probidad, de la sostenibilidad ambiental, de la productividad, de la equidad, de la democracia.

De cada una de esas nobles causas hacen arrogante apropiación y excluyente manejo, lo que trae consecuencias a la convivencia en Colombia, con violencias que empiezan sutilmente en las palabras y terminan evidentemente en las acciones y comportamientos.

Los supremacistas de la paz llamaran guerreristas a quienes no piensen ni actúen como ellos en materia de paz; la paz será solo de ellos, la trabajarán solo entre ellos y será para beneficio solo de ellos; los que no están con sus narrativas y planes de acción, encarnan la guerra, son los enemigos de la paz.

Aplique el lector la misma fórmula del párrafo anterior cambiando las expresiones paz-guerreristas-guerra, con expresiones como verdad-mentirosos-mentira; memoria-negacionistas-negacionismo; seguridad-amigos de bandidos y terroristas- inseguridad; probidad-corruptos-corrupción; sostenibilidad ambiental-depredadores ambientales-daño ambiental; productividad-improductivos-improductividad; equidad-injustos-injusticia; democracia-antidemócratas-antidemocracia.

De esos virus supremacistas para asumir la comunicación social y política en Colombia nadie se encuentra inmune; caer en esa práctica es un evento de alta probabilidad para cualquier tipo de persona y grupo humano. Es torpemente tentador caer en la puerilidad de creer que los buenos, los bonitos, los inteligentes y los que estamos en lo cierto somos unos cuantos, mientras que los otros son los malos, los feos, los brutos y los coequivocados.

Para superar esta epidemia requerimos otra estética y otra ética de la comunicación social y política; la estética de las palabras precede a la ética de las acciones, en proporción igual a como la estética de los medios le da o le quita legitimidad ética a los fines.

Colombia necesita una terapia integral en sus actitudes y habilidades de comunicación social y política; es un tema urgente e importante, en tiempos en que hordas populistas galopan desbocadas y ya están causando daño al patrimonio democrático del país.

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