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ANALISTAS 08/05/2025

3 P globales y 3 R locales

Fue Moisés Naím quien acuñó el concepto de las 3P para entender fenómenos políticos de alcance global que afectan las democracias, significando: Populismo, Posverdad y Polarización.

El modelo Naím aplica en Colombia.

El populismo está al orden del día, agenciado por voces caudillistas, mesiánicas, que ofrecen soluciones simplistas a problemas complejos como la pobreza, el cambio climático, la corrupción, la inseguridad, la violencia, entre otros.

Populismos que se producen, por igual, en canteras de izquierdas cada vez más siniestras, pseudorevolucionarias y resentidas; en canteras de derechas cada vez menos diestras, quietistas, arribistas y reaccionarias, y también en canteras de centros cada vez más deslactosados, descafeinados, desanisados, con poses de supremacismo moral, intelectual y tecnocrático.

La posverdad sacrifica verdades que se diluyen en el vórtice de insucesos que a diario vive el país en medio de noticias de violencia, corrupción y mediocres discusiones de farándula política y social.

La polarización no da cabida a los matices. En Colombia podemos afirmar, con Irene Vallejo, que “es trabajoso encontrar el término medio y resistir allí”.

El solo intentar una visión ponderada, una narrativa ponderada y matizada, implica, para quien lo intente, ganarse en un santiamén, una condena al ostracismo aupada por voces estridentes, sectarias de lado y lado, cada vez más procaces, apegadas al confort de sus propios prejuicios e ideologías.

Al modelo global de Naím, Colombia, desde sus particularidades locales, aporta insumos que aumentan la complejidad al proceso comunitario, civil e institucional de convivencia y sostenibilidad democrática, que se resumen en 3R: Relajo, Ramplonería y Ridiculez.

Relajo ético, ramplonería estética y ridiculez política.

Relajo ético tiene sinnúmero de ejemplos para traer a colación. Basta recordar expresiones como “mover las fronteras éticas” (a propósito de una campaña), “era una política de estado” (a propósito de los sobornos de la Ungrd) y ver antiguos violadores de DD.HH. fungiendo como gestores de paz.

La corrupción, de estar en “sus justas proporciones”, devino en indicador de éxito, y el ejercicio de la violencia se convirtió en insumo de curriculum vitae para ejercer como constructor de paz.

Este relajo ético alcanza el paroxismo cuando aparecen moralismos tardíos haciendo denuncias extemporáneas sumadas a éticas “beneditinas” cínicas y hediondas.

La ramplonería estética va desde el madrazo que profiere uno y responde otro, la descalificación fácil, el insulto altanero, la decoloración de una bandera y de un escudo, y la adopción de simbologías mal intencionadas.

Cada vez más se olvida en Colombia que la estética de las palabras, de los gestos y de los símbolos, precede a la ética de los actos.

La ridiculez de la política lleva a circunstancias en las que escasea la autoridad legítima y la obediencia inteligente y, al contrario, se dan silvestres los poderes arbitrarios y los servilismos acríticos.

Las formas vivificantes de lo popular ceden a las formas erosivas del populismo.

Partidos políticos como empresas políticas coherentes, si acaso uno o dos, los demás son meros negocios electorales cazadores de rentas públicas.

Así y todo, para superar las 3P y las 3R, hay que seguir optando por Colombia, con más y mejor democracia.

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