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Dos elementos fueron esenciales para el cambio vivido por la economía española en los últimos cincuenta años: la inversión en infraestructura y la formalización. En infraestructura, gracias a las inversiones de las últimas décadas, en parte financiadas por la Unión Europea, el país ha podido tener grandes avances. Estos se reflejan en una reducción de los tiempos de desplazamiento, una caída en los costos de transporte y un auge del turismo en todas las regiones españolas.
Las inversiones en líneas férreas de alta velocidad, aeropuertos y carreteras modernas, e infraestructura local para favorecer al turista han hecho que hoy en día al caminar por cualquier calle de cualquier pueblo español se encuentren personas de muchos lugares del mundo, disfrutando las “atracciones turísticas” y dejando sus recursos en negocios, hoteles y transporte local.
Y esa generación de ingresos, se ha favorecido de un sistema empresarial y laboral formalizado. El alto nivel de formalidad ibérico es evidente en las cifras: de los 50 millones que hoy tiene España (nivel similar de Colombia), 21 millones declaran impuesto de renta (5 veces nuestros números). Esos niveles de formalidad han permitido que al tiempo que se genera riqueza privada, se fondee el Estado para proveer bienes públicos de calidad para toda la población, haciendo que el avance sea transversal y no solo para algunas personas.
En Colombia, tenemos que aprender de las experiencias exitosas. En infraestructura avanzamos bastante en los últimos diez años, cerrando parte de una brecha que se abrió durante décadas. El incremento de las dobles calzadas y la modernización de aeropuertos y puertos son testigo de ello. Por eso, ahora no es momento de parar.
En formalización si hay muy pocos avances en las últimas décadas. Aunque hubo una pequeña mejora por allá en 2013-2015, luego de la expedición de la Ley 1607, seguimos teniendo a más de la mitad de la población fuera del torrente formal de la economía.
En la España de hoy se habla de otros desafíos como la migración o las externalidades negativas del turismo (no olvidemos las recientes protestas en Barcelona). En Colombia los desafíos se acumulan: a los dos que hemos mencionado, sumemos, por ejemplo, la inseguridad y la migración venezolana.
Por ello, es el momento de actuar. En infraestructura, es clave continuar la implementación total del Plan Maestro de Infraestructura Intermodal dando certeza a todas las formas de fondeo y el mejoramiento de la infraestructura local (con recursos de regalías). A esto debe sumársele una solución estructural a los retrasos y bloqueos que generan las consultas ambientales y sociales. Solo así podremos volvernos el destino turístico del que han hablado todos los gobiernos.
En formalización, hay que volver a poner en el debate público la razones que mantienen los obstáculos (costos) que desincentivan la formalización de empresas y personas, y diseñar políticas que los neutralicen.
Aunque evidentemente la reactivación de corto plazo es muy relevante, los diseñadores de política pública no pueden olvidar que los problemas estructurales requieren solución verdadera. Lo paradójico es que, para muchos de estos problemas, la solución ya se definió en los innumerables estudios y misiones contratadas en el tiempo y cuyos resultados se encuentran en los anaqueles olvidados de alguna oficina pública.