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Analistas 04/04/2022

La política de la destrucción

Alberto J. Bernal-León
Jefe De Estrategia Global, XP Securities

Nunca me canso de contar esta anécdota en conferencias con clientes y en conversaciones con conocidos, porque siento que explica perfectamente las bases de la tragedia populista latinoamericana. No me acuerdo el día exacto, pero era octubre del 2018, y viajaba de Nueva York a la Ciudad de México. Me tocó un 737, quizás el peor avión para viajar desde Manhattan hasta la México. La cola de inmigración se demoró como hora y media, y la salida de la aduana resultó otro parto similar. Con todo el respeto que me merecen los mexicanos, el Benito Juárez es un aeropuerto que no le da la talla a una metrópolis como la Ciudad de México. López Obrador había ganado las elecciones presidenciales, pero no había asumido aún. A pesar de eso, su entrante admiración decidió hacer una consulta popular para preguntarle a los ciudadanos si México debía terminar la obra del Naim, una impresionante obra de infraestructura que costaba US$13.300 millones y que iba a dejar a la Ciudad de México con el aeropuerto más moderno de toda América. Un aeropuerto que prometía convertir a la Ciudad de México en la parada de conexión aérea más relevante de América Latina, superando a Panamá. El “problema” es que Carlos Slim era uno de los inversionistas. Volviendo a mi cuento, después de salir del Benito Juarez me monté en el Uber y durante la conversación con el conductor le pregunté que cómo iba a votar la consulta. El señor me contestó: “en contra, porque el presidente dice que ese nuevo aeropuerto es malo para México, malo para las aves de migración, y para el agua”. Gasté varios minutos explicándole al conductor las bondades de tener un aeropuerto moderno, lo mucho que le iba a servir a él porque iba a tener más trabajo, las bondades que implicaba para la economía de México ya que llegaría más inversión, más turismo, y mucho más transporte de carga. En algún momento el conductor me interrumpió y me dijo, textualmente, “señor, claramente usted sabe más que yo, pero ya es hora de que los pobres tengamos derecho a equivocarnos, pues ustedes los ricos llevan equivocándose por nosotros cientos de años”.

Hace dos semanas en Medellín, el joven que fue a tomarme la prueba de antígenos al hotel antes de abordar mi vuelo de vuelta a EE.UU. me preguntó que por quién iba a votar. “Por Fico”, le contesté. Acto seguido el joven me dice, “señor yo soy de derecha, pero igual voy a votar por Petro, así él no me convenza”. Le contesto, “hombre, pero y lo de las pensiones, lo del petróleo, lo de la democratización de la tierra, ¿no le produce preocupación alguna?” .... “Lo mismo me dicen mis papás, señor, pero ya es hora de probar algo diferente”. Valga decir que el joven me ofreció llevarme al aeropuerto en su camioneta Renault cero kilómetros...Confieso que vi a un joven de Caracas en 1998 contándole a un capitalista como yo en un hotel que iba a votar por Chávez “porque ya era hora de cambiar”...

Dos cambios ridículos: Colombia produce 0,35% de todos los gases efecto invernadero que produce el mundo. Así Colombia dejase de existir, no haría diferencia alguna para con el futuro del medio ambiente. Destruir la industria de hidrocarburos solo generará incertidumbre económica, colapso de la inversión, menos recaudo, y más pobreza. Cambiar economistas serios por antropólogos en la junta directiva del Banco Central solo generará salida de recursos de inversión del país, porque los antropólogos no tienen idea alguna de cómo se estima la demanda de dinero en una economía #OjoConEl2022.

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