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El alto grado de pugnacidad política que vive el país político no permite ver que sobre los temas más disparatados se puede construir y hacer coincidir asuntos más productivos
¿Qué nos une como colombianos? ¿Qué mantiene la identidad nacional? ¿Cuál es la ruta país para llegar a ser desarrollado con menos precariedades? Las respuestas no son la Selección Colombia de Fútbol o el café, mucho menos el reguetón; son preguntas bien difíciles de responder porque nadie con el suficiente liderazgo se las ha planteado: hoy Colombia es un país sin rumbo que no encuentra temas de unidad nacional convergentes, incluso, es incapaz de acordar políticas de Estado.
La empresa, Edelman, una firma consultora con presencia en todo el mundo, publica un informe anual sobre la polarización; un fenómeno social presente en países con posiciones políticas radicales. Edelman Trust Barometer es una encuesta que profundiza sobre qué tan dividido está un país y qué tan arraigada está la división, da preguntas que deberían ser entendidas y que son una auténtica suerte de diagnóstico social.
El último reporte indica que Argentina, Colombia, Estados Unidos, Sudáfrica, España y Suecia son los países más polarizados del mundo. Para hacer esa sentencia estudia cuatro categorías para tratar de cuantificar la polarización: angustias económicas, desequilibrio institucional, división de clases y credibilidad de instituciones.
En el caso de Colombia, inflación, devaluación y poco crecimiento, son factores que a todos desaniman, más de la mitad de los encuestados, 51%, dice que el país está más dividido más ahora que el año pasado. Y si al recorrido de polarización se le suma la guerra interna que arrecia en regiones enteras, la polarización se refleja en enfrentamientos bélicos con muertos de por medio; en pocos años, Colombia pasó de ser un país con enorme potencial de crecimiento y de estabilidad a ser uno de los más polarizados y peligrosos, lo que al final le pasa la cuenta de cobro a la calidad de vida y bienestar.
Diagnosticar el problema es lo más fácil, lo verdaderamente complicado es tener un plan para salir de los problemas, y no hay camino distinto a construir sobre las diferencias y en volver útiles las discusiones inútiles. Por ahora, todo el mundo atiza el fuego de la polarización. Por ejemplo, si hay una inoportuna y descabellada reforma tributaria sobre la mesa, por qué no se saca lo mejor de sus planteamientos para acordar un avance del país.
Bajarle la tasa de renta a las empresas es un paso enorme y procurar que antes de 2030 esa leonina tasa esté en 28% o 25%, es uno de los proyectos más notables en los que se puede trabajar; por qué razón: el sector productivo, la red industrial y empresarial del país es la que genera riqueza; los impuestos per se son una detracción, succión o contribución de la riqueza que se crea; el sector público o los gobiernos de turno, se llevan un buen porcentaje de esa riqueza para convertirlos en promesas de inversión social o los usa para el funcionamiento del aparato estatal.
Si la actual reforma tributaria propone rebajar la tasa de renta a las empresas, muy bien, pero hay que lograr que el Gobierno Nacional compense esa reducción de impuestos encaminada a generar más riqueza, con una buena reducción del gasto público y algunos mecanismos que garanticen ejecución de presupuestos y un buen funcionamiento; no haciendo que las personas naturales más exitosas paguen lo que se les ahorra a las empresas.
El problema es que Colombia ha perdido la capacidad de discusión y de sacar de cada episodio malo una situación mejor a la actual.
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