Una propuesta indecente que un día será real

La legalización del consumo de cocaína y su consecuente tráfico de narcóticos entre países es un asunto que va a suceder, la pregunta es cuándo. La historia de las prohibiciones en el mundo siempre ha terminado de la misma manera, aprobándose con restricciones o excusas de uso medicinal, ha sucedido con el licor, el cigarrillo o la marihuana, entre otros muchos productos de uso masivo underground; el caso de la hoja de coca, sus distintos derivados, y la cocaína misma no será distinta.

Pero que el país del mundo que más ha sufrido con la tragedia que representa el consumo de cocaína de las sociedades desarrolladas, como es Colombia, lidere la legalización, es una suerte de revictimizar a las personas muertas en su lucha y avanzar en la materialización de narcoestados que tanto daño le ha hecho a algunos países de la región. Los carteles de la droga en Colombia, México, Venezuela, Honduras o El Salvador, estarían de pláceme si quienes los persiguen se rinden, declaran legal un delito que baña en sangre sus ciudades.

Pueda suceder algún día que las grandes y todopoderosas instituciones que rigen las tendencias económicas globales, como es la ONU, la Unión Europea, el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional, lo recomienden y así se haga, pero que un país capturado en regiones enteras por los narcotraficantes y lavadores de activos sea el líder de esta polémica cruzada deja mucho que desear. En estas cuestiones es mejor que Colombia y sus gobernantes sean más gregarios que pioneros, pues la sociedad tiene heridas abiertas hechas por capos y traquetos que siempre han querido comprar el poder con dinero mal habido y a fuerza de sus armas manchadas de sangre.

Es cierto que soplan aires de legalización; que el mismo Presidente de los colombianos tocó el tema en su primera aparición en la Asamblea General de la ONU y que medios de comunicación tan influyentes como The Economist lo hagan, pero no es el momento para que Colombia tome la bandera de la coca legal, justo en un momento cuando poderosos grupos terroristas globales se financian con las ventas de cocaína. El presidente Gustavo Petro no se hizo esperar y resaltó un artículo del semanario inglés en el que sobresale “es hora de legalizar la cocaína”, de hecho, la publicación lo pone como ejemplo: “Petro ha sugerido alejar a la policía de los cultivadores de coca al despenalizar la producción de hoja de coca y permitir que los colombianos consuman cocaína de manera segura”.

Incluso califican que “estas son buenas ideas, pero las bandas de cocaína seguirán siendo poderosas mientras su producto sea ilegal en los países ricos que consumen la mayor parte, como Estados Unidos”. Lo que debe originar la polémica es que el Gobierno Nacional, al lado de los gremios de la producción, la academia y las representaciones diplomáticas afincadas en Colombia, empiecen a estudiar el impacto de tal acción de legalización. Ya hay varias generaciones de familias cocaleras en casi todos los departamentos del país; no hay estudios recientes que midan el impacto del narcotráfico en la economía general y mucho menos la economía formal mide el tamaño de sus relaciones indirectas, no consentidas, oscuras y victimarias, con el lavado de activos. Si bien Colombia no debe ser el pionero, sí debe ser el país que más ha estudiado el tema para poder aplicar soluciones que seguramente se vendrán en algunos años.