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Balance de consumo y producción
Son dos cereales clave para la seguridad alimentaria, mientras la producción de arroz es superavitaria, la de maíz es deficitaria, en ambas, las importaciones son determinantes
Hace pocos años hubo un gran escándalo nacional porque algunos inescrupulosos estaban importando café barato para mezclarlo con el producido local, destinado al consumo cotidiano. Es ilógico que con unos 14 millones de sacos producidos, importar sea opción, pero cuando en países similares producirlo es más barato, incluso para venderlo en el mercado de un país productor, salta a la vista la productividad, pero sobre todo la competitividad.
Por estos días que está de moda el tema arrocero hay que tener en cuenta varias aristas: la primera es que el sector arrocero, luego de más de una década de TLC con Estados Unidos aún no está preparado para el impacto que tendrán las importaciones de arroz estadounidense con cero arancel a partir de 1° de enero de 2030. Hoy se compran a distintos países unas 200.000 toneladas de arroz, factor que tiene en crisis a los productores locales a quienes el modelo de negocio no les da, máxime cuando la producción local está descontrolada y las exportaciones nunca se han desarrollado.
Pero, muy importante, si no hay una misión arrocera antes de 24 meses, que dibuje una hoja de ruta para el cereal en donde intervengan productores, industriales e importadores, más el Gobierno Nacional, es imposible evitar que la avalancha de arroz gringo ponga al arroz local en el lugar en donde está hoy el maíz local. Es inevitable que los productores colombianos de arroz aumenten rendimientos y productividad para poder competir con Estados Unidos.
El drama de los maiceros debe dejar enseñanzas a los arroceros, incluso a los muy escasos algodoneros que sobreviven. Si bien el maíz es fundamental para la alimentación humana y animal, con un consumo anual ya muy cerca de las 10 millones de toneladas, más o menos 8 millones para alimentación animal y 2 millones para el consumo humano y el uso industrial, el país ha cedido su producción local, dependiendo de los precios internacionales, producción argentina o estadounidense, valor del petróleo, incluso toda la política arancelaria hoy vinculada a la política y a la ideología y no a la producción; es decir, ‘maizenizar’ al arroz haciendo depender el consumo local de las importaciones, puede ser un error al futuro que lamentar.
Y hay que empezar a revisar quiénes son productores y quiénes son arrendatarios de tierras para poder sincronizar el sector, al tiempo que hay que ubicar quiénes se quedan con las ayudas estatales, las subvenciones, las cuotas de fomentos y toda la batería de ayudas estatales, que dicho sea de paso están al garete. La idea no es otra que los productores, los industriales, de la mano del Gobierno Nacional, se sienten en una mesa amplia en la que los arroceros analicen el inminente impacto que se viene con las masivas importaciones de arroz estadounidense en menos de 48 meses.
Si hoy hay paros arroceros para exigir meterles la mano al mercado poniendo precios, el problema más grande se vendrá cuando sea inevitable que el consumidor disfrute de precios bajos del cereal traído del exterior. Quizá el problema sea mucho mayor, y de un solo cereal, los candidatos a la presidencia para 2026 deben tener claro el problema del agro y pensar que solo la agroindustria puede garantizar la seguridad alimentaria, pero para ello se debe rediseñar el establecimiento, modificando el MinAgricultura, convirtiéndolo en una cartera de producción agroalimentaria y menos de compra y redistribución de tierras, tal como ha venido siendo.
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