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La tasa de desempleo cerró 2020 en 15,9%, un aumento de 5,4 puntos frente a 10,5% de 2019, obvio que la disparada se debió a la pandemia, pero más a cierres comerciales y de empresas
El mantra de lo que le queda de tiempo al Gobierno Nacional debe ser “más empleo, más empleo, más empleo”, pero para lograrlo deben darse las condiciones que no son otras que haya normalidad en el comercio y en el funcionamiento de las empresas. Es muy complicado y casi descabellado pedir que los comercios estén abiertos y que las empresas tengan en marcha sus factorías, porque la pandemia baila al ritmo de rebrote en rebrote, y lo que es peor el asomo de la vacunación masiva se pierde en el horizonte del primer trimestre.
Hay que encontrar una fórmula media local, pues como funciona Bogotá no funciona Medellín o lo que pasa en Tabio no es lo mismo que en La Ceja; cada municipio tiene sus propias dinámicas y los mandatarios locales deben ser quienes manejen las aperturas y los cierres de acuerdo con su experiencia, los datos de sus poblaciones y la capacidad de sus centros médicos.
No pueden haber decisiones espejo en los 1.103 municipios de Colombia, ni en los 32 departamentos; el grado de contagio es muy diferente de un lugar a otro, las vocaciones económicas no son iguales en todas partes, hay pueblos y ciudades agrícolas, pecuarios, industriales, comerciales, manufactureros y mineros o una mezcla de todo por micro zonas; así tengan cascos viejos, polígonos industriales o zonas francas, son sus autoridades locales las que deben saber qué hacer en estos casos con la conciencia de que sus decisiones apagan o encienden las economías más pequeñas; dicho de otra manera: las consecuencias de sus decretos hacen que el desempleo siga creciendo o simplemente lo combaten con ideas disruptivas, tales como horarios distintos, picos y cédulas, jornadas escalonadas, y por supuesto, “zanahoria y garrote” que premie a quienes cumplen las normas y castiguen a quienes rompen las reglas.
Para generar empleos, para ayudar a las familias sin recursos a conseguir su sustento, en una economía de mercado, se necesita de gobernantes locales probos que entiendan y conozcan a sus gobernados. No todo puede ser decretar por decretar para hacer sentir la autoridad como si todo el país fuera igual en su forma de ganarse la vida.
Las cifras de empleo están mejorando, pero siguen siendo preocupantes. La tasa de desempleo cerró el año pasado en 15,9%, lo que representó un aumento de 5,4 puntos porcentuales frente a 2019 (10,5%). La tasa global de participación está en 59,2%, lo que significó una disminución de 4,1 puntos porcentuales frente a 2019 (63,3%); y la tasa de ocupación fue 49,8%, lo que significó una reducción de 6,8 puntos porcentuales respecto a 2019 (56,6%).
Hay 19,8 millones de colombianos ocupados, cifra que se vio afectada al caer en 2,4 millones de personas si se comparan con 2019, cuando la población ocupada era de 22,3 millones. Pero hay una luz al final del túnel: en diciembre la población ocupada llegó a 21,4 millones muy cerca a las cifras antes de la crisis derivada del coronavirus.
La respuesta no es distinta a que el aparato económico, empresarial y comercial esté andando, no se puede ahogar la actividad productiva y mucho menos acobardarla con imposiciones espejo en todos los rincones; la dinámica económica en un libre mercado se construye a través de micro participaciones en donde todas suman a un gran engranaje que debe empezar a andar.
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