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Cuando haya sido superada la crisis derivada del virus, hay que evitar que el país entre en una fase de no pago de las obligaciones al oído de las millonarias ayudas gubernamentales
Lo peor que le puede pasar a la economía colombiana es que después de la crisis generada por el Covid-19 se instale la cultura del no pago, extendida en ciertas regiones en los servicios públicos que las ha condenado a un círculo vicioso de “no pago porque el servicio es malo y el servicio es malo porque no lo pagan”. Es un hecho que el crecimiento económico del primer trimestre del año será el peor en muchos años y que el PIB entre enero y marzo puede estar en torno a 0% en el mejor escenarios; por tanto, es imperativo que la economía regrese a otra normalidad marcada por la intermitencia de los sectores.
El comercio debe volver y sus empresarios asegurarles a los consumidores que han adoptado las medidas de seguridad para no contagiarse del Covid-19 y mucho menos generar rebrotes que pongan en riesgo a toda la población. El transporte masivo, ahora más que nunca, debe ser líder en poner a disposición de sus usuarios normas de seguridad como el gel antibacterial, las mascarillas y el distanciamiento entre pasajeros.
Y otros sectores más fáciles de direccionar como son las manufacturas y las industrias tendrán que pensar en jornadas laborales distintas mediante las que se procure no formar multitudes. Es un hecho que esta semana debe pensarse cómo será el cronograma de regreso a la nueva normalidad, pero lo más importante es asimilar que en este regreso hay que evitar los no pagos generados en el mercado por el ruido de las ayudadas estatales para los créditos personales, el pago de nóminas, los arrendamientos, el retiro de las pensiones y toda una cascada de subvenciones financiadas con escaso dinero público.
Durante los últimos seis meses, la economía colombiana atravesaba por un buen momento que la ponía a la cabeza de la región en términos de PIB y enviaba mensajes a las firmas calificadoras de riesgo y la banca multilateral de solidez y crecimiento, pero la pandemia precipitó el cambio de ciclo económico; se pasó de un largo período de expansión y uno de contracción de la actividad económica, que hay que saber manejar para que no sea tan largo o profundo.
El Gobierno Nacional y el sector privado deben evitar la oscilación producida por la actividad económica afectada por factores externos; para tal efecto un buen diseño de una política económica anticíclica debe suavizar el cambio brusco, pero ante todo, debe evitar que el poscovid-19 se vaya a conectar con una crisis de no pago de servicios públicos, de no pago de obligaciones financieras y de no pago de arrendamientos.
El Estado tiene el rol de sincronizar las fases de expansión, crisis, recesión y recuperación de la economía a través de sus herramientas, sin que el abuso de éstas afecten la economía de mercado. El concepto de política económica anticíclica, desde la óptima monetaria y fiscal, deben entrar a jugar, no solo para los 30 meses que le quedan a esta administración sino que haya un pacto nacional para que el país no se precipite a un largo ciclo de crisis y recesión como las cifras lo muestran.
Hay que evitar la resurrección de la inflación y sensibilizar a los empresarios e inversionistas que hay liquidez en el sistema para anticipar la recuperación económica fomentando el consumo y aumentando del gasto público, pero antetodo, hay que evitar que exista la percepción que el Gobierno Nacional respalda todo y a todos.
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