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Mientras el ritmo económico empieza a enderezar, políticos y apocalípticos siguen en su agenda combinando rumores catastróficos
Sin que en momento alguno implique dejar de hacer un juicio de responsabilidades y una evaluación de las deficiencias en el manejo del asunto por parte de los distintos actores involucrados, este es un momento para que los colombianos hagan un gran aporte de solidaridad para evitar en lo posible un colapso del sistema eléctrico o un racionamiento a la fuerza, cuyas consecuencias económicas y sociales son impredecibles, estimulante negativo para el crecimiento del aparato productivo. La buena voluntad y patriotismo han sido puestos a prueba en muchas oportunidades y los colombianos no han sido inferiores a ese compromiso, por lo que en esta ocasión se espera que actúen en el mismo sentido.
Sin embargo, hay que ser precisos y contundentes. En momento alguno, la decisión de los colombianos de ahorrar energía y realizar un racionamiento voluntario tiene que ver con el respaldo o rechazo a la política oficial sobre el asunto o interpretarse políticamente en función de intereses hacia cualquier lado. Sería un error caer en este tipo de actitudes que no producen rédito alguno en términos de bienestar social. Los intereses generales están por encima de consideraciones particulares.
Ese debe ser el foco sin distingo alguno en esta coyuntura adversa y solo ese el fundamento de las agendas de los distintos estamentos, en particular en los campos políticos, de interés público y privado y de los medios de comunicación. La situación que vive el país en otros frentes no puede torpedear el objetivo planteado y la acción oficial debe ser muy precisa en el sentido de realizar una campaña con los mecanismos que tienen a disposición los ciudadanos para ahorrar energía. Flaco servicio se presta al país si ese trabajo se liga a la defensa de otros objetivos o hacer apología de los planes de gobierno para lo cual existen otros escenarios.
La inconveniente polarización que se está viviendo en temas como el proceso de paz y la pérdida de confianza en las instituciones como lo muestran las firmas encuestadoras y el creciente ambiente negativo de la economía y los negocios sin que las perspectivas sean mejores, hacen que el consenso sea generalizado sobre que Colombia va por mal camino y la gente del común sienta ese impacto por la vía de una mayor inflación y desempleo. El inminente aplazamiento de la firma del acuerdo de paz con las Farc, la convocatoria a paros cívicos por las centrales obreras y la protesta programada por el Centro Democrático son elementos que enrarecen todavía más el cuadro nacional.
El sistema democrático no está en juego ni en riesgo y la madurez política alcanzada es una garantía de supervivencia institucional, pero como se dice popularmente “el palo no está para hacer cucharas” y esta coyuntura es una prueba en tal sentido. Por fortuna para la economía, las cosas se empiezan a enderezar.
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