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EDITORIAL

Las siete vidas del Brexit

jueves, 13 de diciembre de 2018

Dos años se van cumplir desde que los ingleses decidieron salirse de la Unión Europea, pero aún no han logrado cortar por lo sano sin hacerse daño

Editorial

La palabra Brexit pudo haber sido la del año desde 2016, pues casi a diario la prensa económica de todo el mundo cubre ampliamente lo que sucede con la cantada salida de la Gran Bretaña de la Unión Europea, luego de que un raro referendo diera como ganador el sí a la retirada del sueño comunitario. Brexit es una abreviatura de las palabras inglesas Britain y exit usadas para describir “darle la espalda al sueño de la vieja Europa de convertirse en una próspera comunidad de naciones”, que no solo compartiera la misma moneda, sino que caminara en pos de una única Constitución, pero ese sueño se ha convertido poco a poco en una suerte de pesadilla que hace despertar a los gobiernos sobre la fragilidad de los acuerdos, al tiempo que desnuda lo difícil que ha sido simplemente decir “me retiro” de la Unión. El drama no puede ser mejor explicado a través de la incertidumbre que ha vivido Gran Bretaña desde que el referendo diera como ganador a los nacionalistas que vendieron con verdades a medias las bondades de un retiro forzoso y los beneficios que esto traería para la economía. Casi dos años después, la errática decisión ha sumido la economía británica en un manojo de nervios políticos y comerciales.
Para muchos ingleses les pareció fácil decirle adiós a Europa en ese junio de 2016 y abandonar una relación de más de cuatro décadas con el resto de Europa. En teoría el próximo 29 de marzo de 2019 era el último día de los británicos en la comunidad, pero todo se ha ido enredando, pues no ha sido nada fácil desligarse de las “cuatro libertades fundamentales” pactadas y de las cuales se benefician los ingleses como es la libre circulación de trabajadores, mercancías, servicios y capitales, principios que han ayudado a la prosperidad económica en los últimos años. No se puede olvidar que las puertas son tanto de entrada como de salida, y si bien, los británicos enemigos de la comunidad argumentaron que era prioritario controlar sus fronteras y tener mejores controles de la migración, esas mismas puertas se cierran para las personas naturales y jurídicas hacia el resto de Europa. Durante los dos últimos años se ha despertado un verdadero temor por quedarse aislados y ver como los nacionalismos vuelven a afectar la economía.

La primera ministra, Theresa May, está negociando los términos de la separación, pero el agite político de la decisión le ha generado inestabilidad que la mantiene siempre al borde de la renuncia. El primer acuerdo de salida debía someterlo a votación en el Parlamento británico esta segunda semana de diciembre, cosa que no se dio y revive temores de que se ejecute lo decidido en el referendo de 2016. Gran Bretaña puede desistir retirarse de la Unión Europea en cualquier momento, al tiempo que los 27 países restantes pueden aprobar una decisión de ese tamaño, pero políticamente las cosas en Londres generarían un terremoto político de consecuencias no medidas, pero esa posibilidad sigue en la agenda de alternativas. Ahora bien, todo tiene un precio, la salida de la Unión Europea no es gratis, los ingleses deben pagar más de US$50.000 millones una cifra muy significativa que tiene divididas las opiniones en el Parlamento británico. Aunque lo más preocupante no es la multa que se debe cancelar a Bruselas, se trata del manejo de la frontera con el vecino país de Irlanda que sí se mantiene en la Unión. No será nada fácil el nuevo año para la política económica y comercial de la Gran Bretaña.

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